Semana capicúa. La inició un Juli de cine, gran protagonista en Albacete y en Madrid. En la arena en perfecto maridaje con su Daniel Ruiz y en la pantalla de la mano del Plus, alfombra roja para quince años de matador, amasijo de amigos y buenos deseos. ¡Qué cumpla muchos más!, o mejor que cumpla los que desee cumplir. Y apenas cuarenta y ocho horas después, para qué esperar más, la convulsionaron Morante y Perera en Logroño. El guión de Logroño fue de los de arte y ensayo de nuestros tiempos, sólo que divertido y apto para los grandes públicos. Vino a explicar, por si alguien lo había olvidado, que las emociones en el toreo pueden llegar por caminos muy distintos. Por el arabesco y por la geometría. A través de la divina inspiración o por bemoles aunque en realidad no son caminos tan distantes como se pudo comprobar. No hay arabescos que valgan sin bemoles que los sustenten, ni se le puede dar categoría de toreo caro a la geometría si no hay inspiración que suavice las líneas.
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