La Revolera

Una corrida para toreros

Paco Mora
viernes 27 de junio de 2014

Dentro del laberinto que a primera vista parece el mundo de los toros, las cosas son más simples de lo que a veces explicamos los “entendidos”. Y pongo lo del…

Dentro del laberinto que a primera vista parece el mundo de los toros, las cosas son más simples de lo que a veces explicamos  los “entendidos”. Y pongo lo del entendimiento entrecomillado porque, como solía decir Don Álvaro Domecq: de toros solo entienden las vacas y no todas. No podemos desconcertar a los aficionados de nuevo cuño, con interpretaciones demasiado personales sobre el juego de los toros. Me explicaré: Lo toreros ven los toros de una manera distinta porque se sitúan mentalmente delante de ellos, y es natural que se decanten por la nobleza y la suavidad de esos toros sin alma cuyas embestidas parecen dirigidas con mando a distancia. Pero el espectador va a los toros a sentir la emoción del arte del toreo, y sin un toro que se quiera comer las piedras no hay arte ni hay toreo: hay un remedo de sofisticado ballet que aburre a las ovejas. 

La corrida de Alcurrucén lidiada esta tarde en la Feria de Hogueras de Alicante, para mí ha sido de triunfo. Dos toros, el tercero y el cuarto, han tenido temperamento, velocidad, fiereza y duración suficiente para cortarles las orejas con veinticinco muletazos. Y el torero que no tiene capacidad para hacer vibrar una plaza, ante un toro de esas características, con dos docenas de pases de muleta tampoco es capaz de hacerlo con ochenta al bobito obediente y repetidor. Y tanto Padilla como Fandiño les han cortado las orejas a esos dos toros, porque a ninguno de los dos se les arruga el ombligo con el “cambio de velocidad” ni otras zarandajas de las que echan mano algunos colegas para definir a un toro con fiereza. Y ambos han abierto la puerta grande. 

El sexto ha sido bocatta di cardinale, porque además de casta ha sacado un fondo de calidad y nobleza que si Fandiño hubiera acertado con la espada, pese a que el animal echaba la cara arriba ante los envites con el acero, le hubiera puesto las dos orejas también en la mano. Castella ha tenido peor suerte con su lote, pero si de seis toros salieran siempre, como hoy, tres desorejables y con las condiciones necesarias para poner cardiacos a los tendidos, la emoción de la Fiesta renacería con fuerza. Y en la emoción reside la salvación del toreo como espectáculo.

Buena corrida la de Alcurrucén. Corrida para buenos toreros. Toros exigentes ante los que hay que ponerse las pilas. Con la tonta del bote de andares cansinos y trastabilleantes puede cualquiera, pero en los tendidos se comen pipas, se habla de fútbol y se dormita. Y para eso mejor se está en el cine. 

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