Reconforta oír a un ganadero que abre la Feria de Abril de Sevilla con una corrida con dos toros de nota, uno bueno y tres toreables, con evidente trapío y de hermosa presentación, decir que esperaba más de sus pupilos. Me refiero a Ricardo Gallardo, artífice de la ganadería de Fuente Ymbro. Ese es el grado de autoexigencia que a uno le gustaría observar en todos los criadores de reses bravas. Si así fuera, la Fiesta estaría salvada y no prevalecerían contra ella los demonios del antitaurinismo ni la avaricia de los propietarios de los inmuebles donde se celebra el rito taurino. Ni siquiera el ardor impositivo de los ciudadanos Montoro y De Guindos.
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