Dos novillos bravos y enrazados y un verdadero “funo” con más peligro que una víbora en un bidé que hizo tercero, de Fuente Ymbro...
Dos novillos bravos y enrazados y un verdadero “funo” con más peligro que una víbora en un bidé que hizo tercero, de Fuente Ymbro. Los dos primeros salieron con las orejas colgando y se fueron con ellas al desolladero. Ni el mexicano Sergio Flores ni el de Espartinas Javier Jiménez los entendieron. El tercero, un bravo animal, al que había que darle la lidia adecuada, su matador lo quiso tratar como a un toro de carril y ello le pudo costar un serio disgusto. La voltereta fue de órdago.
De los dos de Navalrosal el cuarto tenía sus cositas y Flores anduvo algo aperreado con él y el sexto, un novillo que si no lo era se acercaba mucho al toro ideal, entre el tercio de puyas y el poco acople de Fernando Adrián consiguieron malograrlo. El de Espartaco lidiado en quinto lugar no fue evidentemente un novillo de triunfo y Jiménez cubrió el expediente sin más.
Una novillada, en fin, demostrativa de que el mundo del toreo está al revés, porque lo lógico sería que los toreros incipientes, en vez de tratar de arrancar en Las Ventas, vinieran a Madrid cuajados por las plazas de provincias. Así ha sido siempre en toda la historia del toreo. José Gómez “Gallito” aconsejaba a los novilleros que no fueran a la capital, hasta que acreditaran su solvencia en la mayor cantidad de plazas de segunda y tercera de toda España. Pero así esta el toreo. La escasez de festejos menores es evidente y los que empiezan han de arriesgarse al todo o nada de una tarde ante la cátedra. Así corremos el peligro de que se malogren muchos novilleros, que debidamente placeados podrían ser toreros, mientras por este procedimiento es probable que muchos se aburran y desistan.
Pero hemos de convenir en que corren malos tiempos para la lírica, y la ruina en que se debaten la mayor parte de los ayuntamientos, les impiden subvencionar novilladas en las ferias de sus respectivas poblaciones. Tendremos que acostumbrarnos a ver debutar con picadores en San Isidro a los novilleros, mientras algunas figuras le escurren el bulto al santo.
