La semana periodística nació con la resaca emeritense, los rescoldos de la corrida televisada y se cerró con la deslumbrante Goyesca y un rosario de triunfos grandes y cornadas de las que ponen en valor la dimensión más cruda del toreo. Cosas del toro, se suele decir. Sumas y restas y el saldo semanal acaba saliendo de lo más positivo. Hay que reconocerlo sin complejos ni prejuicios. Nunca entenderé la querencia de los aficionados a flagelarnos, el pudor a reconocer las tardes buenas, como si emocionarse o divertirse, palabra maldita, fuese de mal aficionado. Cada día, días grandes incluidos, opositamos a la úlcera. No es de ahora es de siempre, también diría que eso es cosa del toro. No hay otras muchas explicaciones. Si no se hiciese con acritud diría que obedece a un espíritu indomable de mejora y superación. Pero no siempre es así. En cualquier caso hay que aceptarlo y convivir en esa insatisfacción permanente, ya no creo que sea corregible por mucho que pueda doler. Peor es que afecte, que seguramente lo hace, a círculos ajenos al toreo. La ecuación es sencilla, si ellos se ven así…