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Una triste historia

En las estribaciones de la serranía de Ronda, una cabra montesina se encuentra con un extraño animal que no acierta a identificar. Corría la primavera del año 2035...

En las estribaciones de la serranía de Ronda, una cabra montesina se encuentra con un extraño animal que no acierta a identificar. Corría la primavera del año 2035. El espécimen en cuestión era hermoso de lámina, aunque por el escaso brillo de su pelaje se notaba que había vivido tiempos mejores, tenía dos cuernos bien conformados, unos ojos grandes y luminosos y un porte elegante. Sus movimientos eran vivos y cuasi aristocráticos. “La verdad”, pensó la rumiante de grandes ubres y retorcida cornamenta, “es que da gusto ver a este desconocido e insólito animal. Se mueve con la prestancia de un guerrero antes de entrar en combate”.

-¿Quién o qué eres, y cómo te llamas?- se decidió a preguntar la cabra montesina llena de curiosidad.

-Soy el último de los toros de lidia, una especie extinguida lentamente por innecesaria, según me contaron mis padres. Y no tengo nombre porque mi amo el ganadero pensó que ya no valía la pena, pero creo que pertenezco a la reata de los “Cucharetos” de la estirpe de los Contreras, aunque eso ya no importa –reflexionó con evidente amargura el bicorne.

-¿Alguna enfermedad o plaga terminó con vosotros?- continuó inquiriendo la cabra.

-Nos hemos extinguido por amor. Hubo unos hombres en Cataluña que nos querían tanto que, para evitar que sufriéramos luchando en la plaza contra los relucientes guerreros que nos toreaban y nos mataban bellamente a estoque, después de una vida de casi cinco años a cuerpo de rey en la dehesa, prohibieron las corridas de toros. De la noche a la mañana nos vimos convertidos en un lujo inútil e innecesario, los ganaderos dejaron de cuidarnos y hemos ido sobreviviendo  escondiéndonos en la serranía y en los bosques. -Y el toro saco pecho y dijo como si tal cosa: “Yo soy el último de la especie”.

-¿Y porque os querían tanto han acabado con vosotros? No me lo explico…

-Sí, cabra amiga; hay amores que matan. Algunos hombres aman de un modo muy raro. A los niños les pasó lo mismo; por temor a que sufrieran cuando se enfrentaran con la vida, los fueron exterminando en el vientre de sus madres, y ahora ya ves, apenas hay niños y los trabajos los hacen los robots. Y como los robots no votan…

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Paco Mora

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