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Ureña lo volvió a hacer

Otra buena tarde de toros y toreros. Ha sido una constante de la feria. Lo artístico por encima de lo ambiental. Pena grande porque del ambiente se alimenta la Fiesta. Antes que nada decir que los que no fueron se lo perdieron. Ayer Ureña, Paco, lo volvió a hacer. Sacó a pasear pureza y temple, las armas que le han traído hasta aquí, y volvió a cautivar. Qué digo cautivar, volvió a enloquecer a Valencia que le tiene como propio y lo celebra como tal. Se lo merece por lo de ayer, por lo de anteayer y por todo lo que significa. El tipo es una lección de vida constante: superación, discreción, celo profesional, sentimiento de artista… con esas armas, así lo pongas en el toreo como en lo alto de un andamio, es de los que merecen premio. Quien lo volvió a hacer también fue Perera, otro caso de honradez profesional y de capacidad lidiadora, te gustará más, te gustará menos, si hablamos de perfumes o sutilezas quizá, seguro, no será el mejor, pero delante de los toros somete, arriesga, se entrega y manda… esa muleta arrastrada de ayer en los dos toros solo puede estar mandada por un pedazo de torero. Con la espada también lo volvió a hacer, quiero decir que volvió a echarlo todo por la borda sin que haya motivo ni explicación en torero tan capaz para que mate o, mejor dicho, no mate ni a los que torea bien. Y lo volvió a hacer, en un tono menor que sus compañeros, Castella, que tuvo pocas o ninguna posibilidad en su deslucido primero y acabó encontrándole el buen fondo a su segundo cuando no aparentaba tenerlo.

Y volvieron a embestir los toros. Sin haber ninguno redondo, la corrida de Algarra, este año como los anteriores, tuvo clase, buen fondo, permitió el toreo y ganó enteros en la cotización ferial camino del sitio que tuvo en vida de don Luis, el de los carteles de las figuras que, se quiera o no, son los que le sacan lo mejor a los toros. No digo como se asegura con retranca en los mentideros profesionales que el mejor semental está en los carteles de las estrellas, porque los sementales buenos siempre deben estar en el campo, seguro que en La Capitana hay unos cuantos de bandera, pero ayudar a lucirlos ayudan las figuras que por algo lo son. Ayer mismo se vio. Toros que cuando los matadores empuñaban la muleta estaban en el limbo de la incertidumbre, comenzaban a mejorar, dejaban atrás defectos y acababan persiguiendo los engaños con clase y obediencia hasta confundir a más de uno. De seis cuatro, ese fue el porcentaje de ayer. Quitas primero y sexto y los cuatro restantes le deben dar crédito para volver a Valencia y para estar donde estaban en sus mejores tiempos.

Y la volvió a liar el palco con otra vuelta al ruedo sorpresa. Sucedió en el quinto, que se empleó con estilo en varas y se apagó como una pavesa en el último tercio. Solo el mando y la cercanía de Perera dio emoción a la faena. Confundieron nobleza con bravura y la cosa no tendría mayor importancia como caso aislado, pero la reincidencia lo eleva al grado de despropósito. Si el objetivo es darle categoría a Valencia, vamos dados. Lo que vino después con el arrastre, que el rocín puede o no puede con el algarra, que si era de vuela al ruedo o no lo era, convirtió la plaza en un gallinero. Me viene a la memoria el famoso vídeo del niño por Navidad. ¡La que has liado pollito, la que has liado!

ARREBATO Y PUREZA

Paco Ureña le salió a su primero arrebatado. Con el corazón por delante y esas cosas todos sabemos lo que calan. Los lances no fueron perfectos, ni siquiera templados, pero tuvieron emoción, le salían del alma y llegaban al alma, y así, Ureña y cualquiera, te gana. La faena fue creciendo desde el principio hasta desbordarse en el tramo final. No fue claro el toro en los inicios pero le aplicó aguante y temple y, santa palabra, el algarra comenzó a sacar lo mejor que tenía dentro, sin acabar de rebosarse en los muletazos pero con evidente nobleza y cuando el murciano, con la muleta en la zocata, le quitó agobio y le dio tiempo entre muletazo y muletazo los naturales surgían lentos, largos, infinitos, curvos, ahí radica una de las cualidades que le dan densidad al toreo y lo convierten en arte mayor. Pinchó tan hermosa obra y lo que hubiese supuesto abrir la puerta grande quedó en una oreja. Digo yo que nadie debió quedar satisfecho con el resultado ni olvidó la faena y cuando tuvieron ocasión, cuando acabó con el deslucido sexto, pidieron con fe e insistencia el trofeo que le compensase de aquella desgracia.

LA MULETA DE PERERA

Miguel Ángel Perera por esta vez no se anduvo con su costumbre de los pases cambiados y los alardes iniciales, tan perjudiciales para el juego de los toros en tantas ocasiones, así que vio lo que no acababa de verse en el toro burraco y sin más dilación tiró de él hasta los medios y allí asentó sus reales. La muleta adelante y abajo marcaba el camino hasta donde daba el brazo del lidiador y, de vuelta, el toro burraco volvía a encontrarse la muleta adelante y abajo marcándole de nuevo el camino y así cuantas veces le petó en un ejercicio de dominio total. Como colofón, en las cercanías, donde el torero marca el eje cual si fuese un pilón de embolar, le hizo ir y volver, le dejó que le olisquease los muslos y si no había perfume, que todo no se puede, hubo emoción y la precisión de un reloj suizo. Todo fue feliz y rotundo hasta que empuñó la espada y se hizo la noche. Algo parecido sucedió en el quinto, al que le salió de rodillas con una decisión espectacular. ¿Quién dijo que no se podía torear bien de rodillas?… Sucedió antes de que la faena transcurriese por los mismos caminos del poder en una comunión total, qué digo comunión, en una combustión en la que la emoción era cosa del torero y la franqueza si acaso del toro. Y de nuevo la espada maldita emborronándolo todo y lo que era una tarde contundente de las que te ponen arriba se quedó en una buena crónica y la imposible explicación de lo inexplicable: ¿cómo un tío con esos conocimientos y esta talla mata o no mata los toros? La vuelta al ruedo al toro lo acabó enmarañando todo.

Sebastián Castella, por su parte, se mostró insistente, por momentos incluso de más, y al cuarto, que embestía de primeras con poco orden y descompuesto, lo acabó sometiendo y cortándole una oreja que le da crédito profesional. Acabo, aunque ayer se llevó mejor, las corridas siguen haciéndose excesivamente largas. Casi tres horas son muchas horas para desespero, lógico, de los compañeros de cierre.

CRÓNICA PUBLICADA EN LAS PROVINCIAS EL 29/07/2019

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Ureña lo volvió a hacer

José Luis Benlloch

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