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Veiga Teixeira: Tradición y honores al pintobarreiros

En el Alentejo, una de las zonas taurinas por antonomasia del campo bravo de Portugal, pasta una de las ganaderías de mayor solera e historia del país vecino: Veiga Teixeira. Una familia con una tradición ganadera que se remonta hasta finales del siglo XIX y que ha mantenido hasta la actualidad su amor y pasión tanto por el toro como por el caballo. Ni la Revolución de los Claveles de Portugal, ni las crisis económicas o sanitarias como la lengua azul o las vacas locas, han podido con este emblema lusitano, actualmente en manos de Antonio Francisco da Veiga Teixeira, con raíces entroncadas en familias de larga tradición ganadera como Malta, Veiga, Correa Branco y Teixeira; y antepasados muy vinculados con el toreo a caballo. Su bisabuelo fue el rejoneador Simâo Da Veiga, contemporáneo de Cañero, y que se convirtió después en un pintor cotizado que plasmó como pocos la belleza del toro y el caballo en el campo. Su tío abuelo también fue rejoneador: Simâo Da Veiga, Jr., muy conocido en los años 40 y 50, donde compartió cartel con Álvaro Domecq muchas tardes y que falleció en 1959 de un infarto en la plaza de toros de Caldas da Reinha.

La tradición ganadera de la familia se remonta concretamente a 1886, con ganado de la tierra de media casta. Pero fue en los años 30 cuando esta afición empieza a tomarse más en serio y su abuelo, Antonio Branco Teixeira adquirió vacas y toros procedencia Gamero Cívico, a través de Pinto Barreiros y Oliveira Irmaos, procedencia que ha mantenido hasta la actualidad. En 1968, su padre, Antonio José da Veiga Teixeira, tuvo que comprar un hierro de la Unión de Criadores de Toros de Lidia para poder lidiar en España, adquiriendo así la ganadería de García Fialho, con el hierro de la espuela que perteneció al Duque de Tovar y a Prieto de la Cal y con el que hierran actualmente los toros. Con esta compra llegaron a sus manos unas vacas y un semental de Hidalgo Rincón, procedencia que más tarde eliminó manteniendo la rama Pinto Barreiros-Oliveira Irmaos. Antonio José, fundador de la Asociación Portuguesa de Criadores de Toros de Lidia, fue además de un excelente ganadero, un buen jinete y un forcado apasionado, falleció en septiembre de 2007, pasando la ganadería a su hijo y actual propietario, Antonio Francisco, que ya desde muy joven, como él mismo explica, estuvo volcado en esta pasión familiar. “Siempre fui muy aficionado desde pequeño y me encantaba levantarme a las cinco de la mañana para hacer las faenas de campo. Trabajé mucho junto a mi padre y aprendí a su lado todo lo que sé sobre el campo y la ganadería. Nos llevábamos de maravilla los dos, coincidíamos en casi todo a la hora de ver el toro y la vaca. Cuando tenía cerca de 40 años, me hice cargo de la ganadería yo solo, aunque eso no supuso un gran cambio porque la línea estaba muy marcada, yo pensaba lo mismo que él aunque con una diferencia, que él era un poco más torerista que yo”, explica el ganadero.

En Veiga Teixera la bravura es santo y seña. Esa fidelidad a una manera de embestir, a mantener el toro encastado y con transmisión, es la que ha mantenido en primera línea a esta ganadería, y todo sin salirse de la base principal que conforma la ganadería, la sangre Pinto Barreiros, a pesar de que el tamaño de los toros fue un handicap importante que tuvieron que superar. “Siempre han sido toros muy vivos y con mucha movilidad, pero al principio no tenían el trapío suficiente para poder lidiarse en plazas de primera. Por eso, hicimos unas pruebas para poder aumentar el trapío de los toros y lidiar así en las ferias de mayor tronío, algo que a día de hoy hemos conseguido”.

¿En qué se basaron esas pruebas con las que consiguió un toro de mayor trapío?, preguntamos a Antonio Francisco. “Probamos con dos sementales de Alcurrucén, pero con la rama Núñez no ha ligado bien. Hice también un experimento con ganado que compré a Ortigao Costa, de procedencia El Torreón, cuando estaba en manos de Felipe Lafita. Aquello sí que ligó y de hecho, tengo algunas madres con esa procedencia. Pero en los cruces, siempre hemos mantenido la base de Pinto Barreiros, refrescando la sangre. En ese sentido, lidiar en Portugal nos ha ayudado mucho, es una gran ventaja para nosotros ya que como no se matan los toros en la plaza, si alguno nos ha gustado durante su lidia, nos lo llevamos como semental. Por eso no necesitamos tener una manada amplia de sementales en la ganadería, porque si nos hace falta, sacamos uno o dos de los que mejor juego han dado en la plaza. Hoy día no tenemos problemas de peso ni de trapío para lidiar en cualquier plaza de primera categoría. Me gustan los toros que tengan cara, aunque no muy destartalada”.

ESPLENDOR EN ESPAÑA

Tras algunos problemas con la ganadería durante la Revolución de los Claveles de Portugal, lograron remontar la vacada y a finales de los 80 y los 90, lidiaron corridas y novilladas importantes en España. Una racha que se truncó a finales de los 90 con la llegada de la enfermedad de las vacas locas que cerró las fronteras de Portugal. “El año antes de que llegara esta enfermedad a las plazas de toros, llegué a lidiar en España hasta 11 corridas de toros, sólo una de ellas para rejones y el resto para a pie, sobre todo en plazas de segunda y tercera categoría, aunque también lidiamos en plazas importantes como Nimes o Barcelona. Con la crisis de las vacas locas y la lengua azul, el mercado español se nos cerró por completo. Y cuando parecía que de nuevo volvíamos a lidiar en algunas plazas españolas, llegó la crisis económica y el excedente de animales en el campo, por lo que los empresarios compraban en ganaderías españolas y además, a muy buen precio, por lo que a nosotros nos resultaba económicamente más interesante lidiarlos en Portugal que en España”, resume el ganadero.

Antonio Francisco da Veiga Teixeira recuerda aquella época con nostalgia, con la ilusión de que algún día pueda volver a lidiar en todos aquellos cosos españoles y franceses en los que triunfó durante muchos años con un toro bravo de verdad que puso de acuerdo a los aficionados más exigentes: “Eran toros que se dejaban torear, aunque no bobalicones porque prefiero el toro bravo más que el dulzón. Los toreros les cortaban las orejas en todas las plazas y la gente salía contenta. A los toreros les gustaban nuestros toros, no ponían pegas. Recuerdo que en seis corridas que lidié un año, en las seis me sacaron a saludar; y en casi todas las corridas concurso en las que participé, me llevé el premio”.

Ahora, tras la obligada reducción de cabezas de ganado por la criba de festejos que ha traído la coyuntura económica, cuenta actualmente con 130 vacas y lidia de seis a siete corridas de toros en Portugal, todas destinadas al toreo a caballo y sólo en alguna ocasión, como en Orthez en 2012, para la lidia a pie. Aunque este nuevo rumbo de la vacada, obligado por las circunstancias actuales, no ha cambiado la manera de seleccionar en una casa donde el toro encastado, siempre fue objetivo primordial. “La selección siempre va enfocada al toreo a pie. Los que salen buenos para los toreros, salen buenos también para el rejoneo. No hay distinción. Entiendo que la selección es más difícil pero tengo la ilusión de volver a lidiar en corridas de toros. En ese sentido, en los tentaderos me decanto por lo antiguo y me gustan que las vacas vayan muchas veces al caballo, de ocho a diez veces. Primero deben superar ese primer examen y después en la muleta, deben tener recorrido y emplearse, metiendo los riñones y que humillen. En fin, son características que todos los ganaderos buscamos para encontrar ese ideal de toro, que tenga movilidad, que no se quede como una roca agarrado al piso. El toro se debe mover pero bien, porque si luego los toreros no pueden hacer nada, no hay espectáculo. Busco una movilidad buena”, concluye el ganadero.

Fotos: ISMA SÁNCHEZ

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Jorge Casals

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