Firma invitada

Vuelven los tabacos

Enrique Sierra
lunes 11 de junio de 2012

En la época en que estamos, primavera avanzada de 2012, con días largos, grandes Ferias, es inevitable que por la dureza de la Fiesta, en la que se sufre y hasta se muere de verdad y no de “mentirijillas” como en el séptimo arte y en el teatro, lleguen los tabacos…

En la época en que estamos, primavera avanzada de 2012, con días largos, grandes Ferias, es inevitable que por la dureza de la Fiesta, en la que se sufre y hasta muere de verdad y no de “mentirijillas” como en el séptimo arte y en el teatro, lleguen los tabacos, no los de Filipinas ni de Cuba, sino los graves y gravísimos percances o “tabacos”, peaje inevitable del enfrentamiento artístico y como “juego” de  hombres y mujeres con astados. Las lesiones de todo tipo – los toros producen verdaderos politraumatismos, como la guerra o el tráfico- exigen como siempre predicamos una especialización real del personal que las atiende y unos medios mínimos, que debieran ser los máximos, allí donde deban prestársele las primeras atenciones, las definitivas en algunos ambientes, o las preliminares en otros con menor frecuencia de espectáculos, para asegurar con unos impecables medios de transporte medicalizado, la llegada del lesionado a tiempo a clínica o centro hospitalario a distancia máxima de 30 Km., preavisado de la posibilidad y con cirujanos y traumatólogos de guardia con experiencia en explorar las heridas, recortar generosamente sus bordes, descubrir a cielo abierto las trayectorias, efectuar lavados abundantes, desinfectar por arrastre y antisépticos locales, reconstruir sobre drenajes de conducción o aspirativos las trayectorias y destrozos y cerrar las heridas total o parcialmente. Por supuesto el control directo de la hemorragia o por compresión si no se puede o sabe, es la premisa prioritaria a cumplir en el primer punto de atención. Lo mismo que asegurar que el herido pueda respirar espontáneamente o con oxígeno y/o intubación y que exista un correcto ritmo y eficacia cardio circulatoria. Son imprescindibles el control del dolor, la perfusión temprana de antibióticos, la inmovilización de las fracturas, aunque provisionalmente, y la identificación de otras posibles lesiones a distancia con el tratamiento que sea posible en el lugar, por parte de equipos compuestos por lo menos de cirujano y/o traumatólogo, ayudante quirúrgico, anestesiólogo-reanimador, instrumentista, personal circulante auxiliar y dotaciones de instrumental, anestesia y medicaciones sobradas para atender varios percances. A la puerta de la Enfermería o su inmediata proximidad una UVI móvil medicalizada (técnicos de transporte, médicos). Con o sin instalaciones específicas de un  quirófano estable, en el recinto donde se opera debe haber además de lo descrito, exquisita limpieza, buena luz, electrocauterio y aspiración potente, buena mesa para operar, al menos tres bolsas de concentrado de hematíes del grupo 0 negativo. Estas condiciones debieran ser definitivamente legisladas como obligatorias en todo el territorio español y que sin alguno de ellos no pudiera darse el espectáculo, sea cual sea el tipo de éste y la categoría del recinto o cercado en el que se pretende darlo. Los cuatro “tabacos” ya ocurridos en la temporada los han sufrido Ángel Teruel (hijo), Cayetano Rivera Ordóñez, Sebastián Castella y el fin de semana recién pasado Alberto Lamelas. Muy grave han sido uno en la cara (Teruel), gravísimo pudo ser otro también muy grave con lesiones y perforaciones múltiples gastro-intestinales presuntamente con incipiente contaminación del peritoneo (Lamelas), de inicialmente reservado en la cara interna alta del muslo y torniquete (Cayetano) y con el quite o protección providencial al topar el cuerno en el reborde pubiano del torero francés, Castella, justo 1 cm. por encima del contenido vascular y nervioso del triángulo de Scarpa, cuyo destrozo hubiera estado asegurado con un pronóstico por lo menos gravísimo. Desde el inicio de la temporada ha habido otros de menor gravedad que sabemos y otros que nunca se llegan a saber en festejos populares,  muy graves y hasta infaustos. El bien hacer de los equipos que les han atendido y las óptimas dotaciones, así como el factor suerte determina que los de menor gravedad estén ya en circulación y que los cuatro nombrados puedan reaparecer, aunque en fechas que todavía no se pueden vislumbrar, cuando -idealmente- estén biológicamente curados, suficientemente rehabilitados físicamente y sin olvidar que el alma serenada haya sacado las debidas conclusiones del percance y que  los aprendizajes mentales fruto del repaso una y otra vez de las causas y circunstancias taurinas que permitieron o determinaron la cogida, les pongan en condición para necesitar “ponerse delante” otra vez. Esta decisión debiera ser meditada, íntima, personal, no influenciable por familia, entorno, compromisos previos y debe tomarse en el momento que la vuelta beneficie, no perjudique y no exponga más de lo razonable, por merma o curación física o mental incompleta, a un nuevo y temprano percance. Ya saben por mí si me lo quieren creer que “la pasta de los toreros” y su curación verdadera biológica  no difiere en velocidad, pero sí en ganas, de cualquier accidente no taurino y cómo la historia pasada y reciente está llena de ejemplos de los perjuicios personales y profesionales por vulnerar esas leyes de la curación (por citar algunos, los maestros Cayetano Rivera Ordóñez en 2007, Miguel Ángel  Perera en 2008 y  José Pedro Prados “El Fundi” en  2009). Por tanto, ignorantes e indocumentados señores anti taurinos y falso animalistas (¿vieron el infumable y deleznable debate de una potente cadena privada en la madrugada del 21 de mayo de 2012?),  esto no es un juego para el goce de una multitud criminal y excitada con  las masacres torturantes a los toros en un deseo compulsivo e irracional de sangre y muerte. Es el muy peligroso encuentro de seres humanos que por voluntad propia y variable retribución en el caso de profesionales, exponen su vida y su futuro físico para ofrecer arte y sentimientos de felicidad y placer estético compartido a las gentes aficionados y espectadores que tanto les admiran o les ven por primera vez. Los otros, los de los encierros, los toros en la calle, las becerradas, los recortes y saltos, lo hacen por no perder ancestrales tradiciones, con más de 4000 años de historia. Sólo es todo ello rechazable si no se cuenta con los mínimos arriba descritos, ni con la forma física y según el estado del momento –alcohol, drogas, ancianidad, incapacidad manifiesta, minoría de edad, etc.- siendo exclusiva la responsabilidad de las más que seguras desgracias en esos estados, de los organizadores y de las autoridades que deben velar para que nadie “juegue” con los astados con esas circunstancias limitantes, peligrosas e inaceptables. No es el momento de entrar en más detalles de los cuatro muy graves percances recientes sucintamente comentados. Pero lo que sí nos corresponde es recordar unos pocos aspectos que nos preocupan como cirujanos y a la vez aficionados sobre los que hemos insistido en artículos e intervenciones en los medios y en Congresos. El no observarlos, el no practicarlos, perjudica al torero/a y al hombre o mujer que lo es. 1.-  Forma física y mental superior: como deportistas de élite y como personas listas, inteligentes, con vocación, oficio y deseos de triunfo. 2.-  Cada paseíllo y lo que sigue es una gesta real. Una temporada en la cumbre es una gesta inmensa al alcance de sólo unos pocos. 3.-  Las heroicidades no son la manera más segura de alcanzar los triunfos y sí el percance de mayor gravedad, hasta irreparable. 4.-  El torero herido idealmente debiera ir a manos médicas cuanto antes, con firme compresión de la herida sangrante lo que no excluye necesariamente su regreso a la cara del toro. 5.-  El torero herido, sangrando, que se deja poner un torniquete con corbatín, sangra más, se infecta  más y sufre más coágulos vasculares y lesiones de nervios moto-sensitivos periféricos. 6.-  El torero herido que permanece ante la cara del astado con una sobre descarga hormonal del ataque y debilidad por hemorragia multiplica por 20 su riesgo de un más grave percance. 7.-  La “croqueta” es el medio infalible de ponerse a la vista del toro y sus cuernos. El lugar más seguro es boca abajo debajo de los pisotones hasta la llegada de los quites de compañeros. 8-   El torero debiera hacer absoluto caso del profesional cirujano o traumatólogo taurino y equipo que contraindican su salida de nuevo. No hacerlo es una aventura. 9.- El torero debe aceptar y acatar que en el ruedo y al 100% de condiciones manda él, si puede y sabe. En la enfermería sólo los médicos. 10.- Nadie del entorno familiar ni profesional del torero debe permanecer en las instalaciones sanitarias y menos querer influir en nada sobre los componentes del equipo médico. 11.- Los compromisos profesionales próximos dejan de tener la menor importancia hasta la plena recuperación física y mental del herido. 12.- La recuperación física salvo raros daños neurológicos se puede casi siempre asegurar. La psíquica, mental, no siempre ocurre.  Sólo “a los que valen para esto” y “quieren de verdad ser toreros”. Estos doce puntos principales debieran estar siempre presentes y ser respetados, por lo menos, como otros pocos de no tanta importancia médica. La grandeza del toreo tiene más relación con su cumplimiento que con su irreflexiva y alocada vulneración. Alguien a veces del entorno profesional (apoderado, hombre de confianza) y familiar directo, debe tomar las riendas y evitar, cuando la sed ciega de triunfo y a veces de un mal entendido desafío personal, que puedan éstas llevar a puerta de cuadrillas, o a la cara del siguiente toro en el mismo festejo, a un joven torero carente de facultades y de equilibrado raciocinio. Y no por hacerlo bien dejan de ser los toreros héroes del presente, que lo son todos, y hasta figuras del toreo, a lo que todos aspiran a llegar.

Enrique Sierra Gil (*) (*) Médico. Asiduo asistente y aficionado a los toros desde hace 60 años. Cirujano Taurino hace 20 años. Director de la enfermería de la Monumental de Barcelona desde 2006.

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