Los nubarrones abolicionistas siguen planeando sobre la España taurina. Al menos sobre parte de ella. El sarampión que venía incubándose en los últimos tiempos ha eclosionado con fuerza a partir de pactos postelectorales. A falta de ideas realizables y sobre todo de eficacia en la gestión de temas prioritarios para las ciudades y sus ciudadanos, algunos/demasiados políticos se han cebado sobre la cuestión taurina que tanto escaparate tiene y tan recurrente es. Seguramente sean más el ruido que las nueces, ya se lo decía la semana pasada y lo sigo pensando, sigo creyendo mucho más en el después que en este presente que ha generado la euforia novicia de los nuevos mandatarios. Lo digo confiado en que la realidad y la responsabilidad del gobernante que se les vendrá encima o eso deseo, les calme sus ansias de prohibición y jerarquicen con realismo y tino sus objetivos, pero en cualquier caso ni el momento es bueno ni hay que confiarse ni nadie a día de hoy es capaz de garantizar nada, ni mucho menos asegurar que el efecto Cataluña no se extienda cual chapapote por toda España. Hay alarmismo y preocupación con motivos por la deriva de los acontecimientos y no hay nadie que nos defienda.
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