Con Castellón encima, con Valencia al alcance de la mano, con un principio de temporada ilusionante, con un año en el que nos jugamos mucho a la vuelta de la esquina de abril: aparece Sevilla. La perla de la Tauromaquia amable, barroca y soñada, ahora seducida y abandonada, por mor de las relaciones humanas y sus pecados a veces no tan veniales. El poema que incluye todas las capitales andaluzas finaliza así: “… Y Sevilla”.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 1954
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