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Yiyo en Burgos: Aquí empezó todo

Cuando José Cubero “Yiyo” abandonaba El Plantío aquella tarde del 30 de junio de 1985 tras haber estoqueado sin fortuna dos toros de Murteira Grave, nadie podía imaginarse que el Príncipe del Toreo nunca más regresaría al coso donde había tomado la alternativa cuatro años antes y donde un año más la tomaría su hermano Miguel Sánchez Cubero. Dos meses más tarde de Burgos se cruzó en su camino el toro Burlero de Marcos Núñez que le hirió mortalmente, partiéndole en dos su corazón.

José Cubero Sánchez había nacido en Burdeos (Francia) el 21 de abril de 1964. Hijo de emigrantes españoles del barrio madrileño y castizo de Canillejas. Tomó la alternativa un día como hoy de 1981 de manos de Ángel Teruel y en presencia de José María Manzanares. Cuenta Teruel que en la ceremonia de alternativa le dijo a Yiyo: “Me gustaría que compartieses conmigo la misma mesa y que te mantengas en ella los mismos años que yo llevo”.

Se lidiaron de Joaquín Buendía. La única vuelta al ruedo del festejo la dio Yiyo tras errar con el acero frente al toro de su doctorado.

La primera oreja en San Pedro la cortó el 30 de junio de 1982, de un toro de La Quinta lidiado en sexto lugar, alternando con Antoñete y Emilio Muñoz. En 1983 dio una vuelta al ruedo tras compartir cartel con Santiago Martín ‘El Viti’ y Ángel Teruel con un encierro de Gabriel Rojas. Y en 1984 cortó su segunda y última oreja en esta plaza de un ejemplar de Juan Marí Pérez Tabernero, un 2 de julio, alternando con Antoñete y Paco Ojeda.

José Cubero “Yiyo” logró la inmortalidad en Colmenar Viejo. Murió joven. Muy joven. Atrás dejaba una carrera en la que había estoqueado 219 corridas de toros y en la que logró salir a hombros por la Puerta Grande de Madrid en 1983.

De la tauromaquia de Yiyo se pueden subrayar muchos matices; Pero su mayor tesoro fue la capacidad imperecedera de su toreo, al lado de los grandes. Una faena de Yiyo vista con la perspectiva de 2015 permanece inalterable al paso del tiempo. Una obra que podía firmarse hoy. La variedad de suertes, la prosa y la poesía del más estricto clasicismo. Esas fueron las joyas de la corona del Príncipe del Toreo.

Torero anhelado, su última temporada en activo no tuvo la presencia en las ferias que su toreo precisaba. Fiel al hombre que había luchado por él desde el principio, Tomás Redondo, José Cubero “Yiyo” se sintió arrinconado ese último año por no ceder a suculentas exclusivas. Nunca se sabrá si sus condiciones para ser el gran maestro de los ochos ochenta le hubiesen llevado a la cima. Misterios del destino. Dijo un día Yiyo: “A veces me pregunto, ¿Y si un toro me parte un día el corazón?, siempre respondo ¡Qué más da!”. Tres décadas sin el Príncipe del toreo.

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Íñigo Crespo

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Íñigo Crespo

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