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"Yo la bravura la mido en el caballo, será que no soy moderno"

"Aquí no llegan los toreros pidiendo toros. Aquí nos debemos a la afición que es quien exige a las empresas que vengan a casa. De los toreros no tenemos noticia", afirma Escolar.

"Victorino es el mejor, el que más se ha apoyado en el toro" (1ª PARTE)

-Hasta Valdetiétar no llegan los toreros pidiendo toros.

Lo ha dicho José Escolar y me apetecía arrancar esta segunda parte de la entrevista con una frase definitoria de su ganadería. No era necesario, por obvio, que lo confirmase el ganadero, pero se lo puse sobre la mesa: ¿Los toreros piden tus toros?... y naturalmente saltó. Ya se sabe que los escolares se mueven por otro canal de distribución, por la línea de los empresarios.

-Aquí nos debemos a la afición que es quien exige a las empresas que vengan a casa. De los toreros no tenemos noticia.

-¿Y eso es ventaja o desventaja?

-A mí me gusta que sea así. Me parece lo más natural y es lo que conozco. Lo prefiero así.

-¿Crees que es injusto, crees que los ganaderos de toreros tienen ventaja?

-Yo creo que en las ferias debería haber un sorteo y al que le tocase, pues eso, que le tocase. Como en el fútbol. Pero la Fiesta está como está, en realidad ha sido así siempre, y el torero que puede exige una ganadería a su gusto, para su triunfo y para su bien, también para su comodidad y a las ganaderías como las nuestras, las más duras, no las quieren, no son cómodas. Yo como torero haría lo mismo, pero como aficionado no lo comparto.

-¿En dónde está el reparo?... ¿a dónde crees que miran para no verlos?

-Sí los ven, sí. Ellos miran a los toros difíciles que salen por lo regular en ganaderías como esta y los ven. Es cierto que en estas camadas salen muchos toros complicados. Y qué necesidad tenemos de exponer tanto, se dirán ellos. Con los otros toros se juegan la vida también pero con estos mucho más.

-¿Y con los buenos de tu casa qué pasa?

-Cuando sale el bueno transmite mucho más que los otros. En ese caso disfruta el torero, disfruta el afi­cionado y disfruta el público. Ahí está el toro de Pam­plo­na como de­mostración. Lo malo es cuan­do no sale, ahí andamos todos de cabeza, sobre todo el que está delante, claro.

-Eres abonado en Las Ventas. ¿En qué tendido tienes la localidad? En­tién­deme la intencionalidad de la pregunta.

-Tengo el abono en el uno, sí.

-¿Allí sois serios o practicas las re­la­ciones?

-Madrid es serio en toda la plaza.

-Pensé que te sentabas en el siete.

-No me senté nunca allí. Me dio miedo. Allí hay muy buenos aficionados, muy buenos, algunos de ellos amigos míos, pero en ocasiones son excesivamente polémicos.

Hablamos en el poyete de la casa. Al amparo del sol serrano de mediodía que hoy luce espléndido. En la charla sale a colación otro de sus yernos, Roberto Gómez, comentarista deportivo y polemista de primer orden, en lo suyo figura de feria y hombre muy al día de la actualidad taurina con entrada en casas toreras no demasiado afines al encaste familiar. Nada, me consta, que menoscabe su jovialidad ni su debilidad pongo por caso por Tala­van­te. Roberto es un fenómeno y gran li­dia­dor con la oratoria, si fuese torero po­dría hasta con los tuyos, le digo al ganadero y el ganadero sonríe y asiente.

-Es muy divertido.

-Estábamos hablando de bravura.

-Yo la bravura la mido en el caballo. A veces veo que le dan una vuelta al ruedo a un toro que no ha sido bravo en el caballo y por muy bueno que haya sido en la muleta, hasta me molesta. A lo mejor estoy equivocado pero es como entiendo esto. Será que no soy moderno.

-Seguramente, bromeo.

-Yo no digo que no deba ser bravo en el último tercio, pero lo primero es el caballo y ante todo que tiene que emocionar en todos los tercios. Ya sé que eso no facilita las cosas, pero es como lo veo.

-Ya me dijiste que bravura y nobleza no casan mucho.

-Para mí no. Puede que alguna vez coincidan pero no es fácil. Yo lo que no quiero son esos toros facilones que vemos tantas tardes. La clave, te insisto, es que emocionen. Ese es el objetivo. El toreo es emoción y si el toro no emociona va contra la esencia. Eso de un toro noble o un toro pastueño a mí me suena mal. Si es bravo y fuerte no puede ser todo eso que se dice. No olvides que la Fiesta es para hombres va­lien­tes y toros bravos.

-Igual nos dicen que tú puedes ha­blar así porque eres un ganadero rico.

-Más o menos. A lo de rico me refiero.

-Ya.

-En realidad no necesito el toro para vivir. Soy hombre de campo, hijo de un hombre de campo, co­noz­co cómo hay que llevar las fincas y con esas armas defiendo económicamente la ganadería. Si perdiese dinero quizás no la tendría. A pesar de la ilusión que te hace, po­ner dinero en algo que cuesta tanto trabajo y tanto sinsabor es duro. De momento no me hago rico pero no me arruina.

La temporada que ha acabado ha lidiado cinco corridas de toros, una no­vi­­llada con picadores, varios festejos me­­nores y un puñado de toros con los que mantuvo en alto su cartel en otro mercado que son las calles de mi tierra que a estas alturas equivalen a plaza de categoría. Para la próxima, a estas alturas del invierno me asegura que tie­ne abundancia de peticiones a falta de rematarse los acuerdos. “Las perspectivas son buenas”, comenta, y si lo dice él, gente de campo donde tan da­dos son al lamento, sus razones tendrá.

Y EN EL ORIGEN, ALBASERRADA

Nos hemos levantado para acercarnos de nuevo a los cercados de los toros. La finca es llana, limpia, ni rastro de pie­dras, ni hay leña por recoger… Un águila perdicera nos sobrevuela. El ga­na­dero ante nuestra admiración co­men­ta la secuencia. Algo así como si hay bellotas y las hay, llegan las palomas y si hay palomas aparecen las águi­las de caza… Y luego están los bui­tres que llegan con las desgracias, muere un becerro y aparecen ocho o diez, no faltan nunca. Todo, ya ven, trans­curre en torno al toro bravo, para que luego los anti se olviden de la gran aportación de la Tauromaquia a la bio­di­versidad. Lo que costaría en caso con­­trario me pregunto. En plena reflexión aparece una fila de grullas cruzando el cielo como si llevasen un GPS de alta precisión. Julián dispara su nikon para inmortalizar el momento. Otra ma­ra­villa de la naturaleza, ¡qué belleza!

-Vayamos al origen de todo. ¿Lo de Victorino te vino o lo compraste..., lo fuiste buscando o aprovechaste la ocasión?

-Me vino. Cuando ya quise ser ga­nadero de bravo tenía lo de Con­treras de mi padre e incluso me ofrecieron otras ganaderías pero no me ilusionaba ninguna de esas posibilidades. Así que cuando tuve la ocasión de comprar albaserrada lo aproveché. Ese era el encaste que me gustaba. Ese sí.

Para iniciar la aventura, hay que re­cordar, compró lo de Domecq de la Riva, eliminó el ganado y se quedó con el hierro que luego lo cambió por el que luce actualmente: una J y una E a lo que añadió una corona para diferenciarlo del de su padre. Todo eso sucedió allá por 1981 y en la compra de las albaserradas, me cuenta Escolar, en­tra­ron vein­ticinco vacas con el hierro de Victorino y el semental Jaquetón que habían salido directamente de casa del ganadero de Galapagar. Además venía otro semental con el nombre de Ma­ce­te­ro y unas cuantas vacas más que ya habían sido aprobadas en tienta por los nuevos dueños a lo largo de los dos años que habían estado en sus manos. Todo en conjunto completaba un total de cuarenta vientres y dos sementales. Las vacas iniciales se las había vendido Victorino a Leopoldo Picazo de Ma­li­brán, que murió precipitadamente y, a pesar de que la viuda se las ofreció de nuevo a Victorino y de la filosofía de és­te de no querer que la simiente de sus albaserradas se esparciera por otras casas, circunstancias económicas en aquel momento impidieron que las pu­diese recuperar. Un comprador intermedio, un labrador de Móstoles, entró en ac­ción y compró las vacas que posteriormente le vendió a Escolar. “Él era más aficionado que ganadero y yo te diría que las compró pensando en mí”.

-¿Fue fácil el trato?

-Sí. Bien. Le di casi todo lo que me pidió, así que más fácil imposible. Era muy amigo mío, sabía de mis cualidades y le hacía mucha ilusión que me las quedase yo. Él era realmente agricultor y se dio cuenta pronto de que no lo podía sacar adelante. El acuerdo nos vino bien a los dos.

-Y si te pregunto cuánto pagaste por vaca.

-No te lo digo porque no me acuerdo.

-Bien toreado.

-Di que pagué lo suficiente para hacerme con las vacas. Segura­men­te le costaron a él más que a mí. Date cuenta que cuando Leopoldo le compró a Victorino éste estaba en pleno auge, así que calcula.

-Tú lo del trato lo manejas bien.

-¡Hombre, venimos de familia del trato! A mí me gusta.

-A mí también. En ocasiones no está bien visto o bien valorado.

-Es verdad, ocurre eso y no lo entiendo. En todos los órdenes de la vida es conveniente que haya gente de trato para que sepan llegar a acuerdos en cualquier momento. Yo lo he vivido mucho en casa con mi padre. En ocasiones aunque no fuese en su beneficio personal, aunque no fuese su negocio, echaba una mano para que hubiese trato. Se trataba de armonizar las cosas, de acer­car los intereses de la gente. Eso lo he mamado yo al igual que mis hermanos, lo llevamos en la sangre.

-Digo yo que los tratos hay que apretarlos.

-Cuanto más mejor, pero en su momento y lo justo, ese es el arte.

-Lo ha dicho acompañado de una sonrisa franca.

-A beneficio de uno y de todos, añade.

A esa primera compra le añadió José Escolar un lote de becerras eralas de Carmen Espinal de Blázquez y poco después compró más de lo mismo, esta vez a Paco Camino, en am­bos casos puro santacoloma que llevó por separado con lo de albaserrada porque, aunque en la misma línea, era otra hechura, otro tamaño, otros pitones, otro modo de embestir…

-Lo santacoloma era para novilladas y festivales así que fui cruzando hasta que se solaparon las dos líneas. Desde 2005 las diferencias o los porcentajes que cada animal tiene de cada rama sólo los puedes encontrar mirando en los libros. Ahora mismo está todo mezclado, es un mismo encaste, son escolares.

-¿Cómo se reparten las cualidades que aporta cada línea al toro de Escolar?

-Pienso que santacoloma aporta la casta, es un toro más listo, mientras que albaserrada tiene más clase. Cuando sale un albaserrada bravo que se quiten todos los de­más. Su forma de embestir haciendo un surco por el suelo y su manera de repetir no hay ganadería que las supere.

-¿Dices que la casta es de santacoloma y la clase de albaserrada?

-Sí, sí, aunque la gente piense que es al revés yo te digo que es así. Lo tengo experimentado.

LA RECETA DE LOS SEMENTALES

Buscando los erales hemos bajado hasta la vera del río Tiétar que hace de linde de la propia finca y separa las provincias de Ávila y Toledo, lo que equivale a partir administrativamente Cas­tilla y León de Castilla-La Man­cha. El paisaje es una maravilla. A la vera del cauce se distinguen chopos, moreras y algún roble monumental y ya desnudo acusando los efectos estacionales porque aunque hoy luce el sol ya hace que nos hemos metido en tiempo invernal y perdió la hoja. Todo ello además de las consabidas encinas cuyo grosor de tronco habla bien a las claras de la calidad de estas tierras. Es un todo fantástico, no se lo pierdan, donde se combinan los verdes más intensos con los efectos pardos del otoño. De este lado de la vega la hierba de la que disponen los erales es abundante, de la que alimenta o como diría un campero de la que llena la boca de los ganados.

De camino nos hemos encontrado con Machaquito, semental en el que tienen puestas grandes esperanzas. Ya le han probado eralas y todo pinta bien, muy bien. A Machaquito en el mis­mo momento de nuestra llegada, Fundi, que anda bregando a caballo, le ha abierto la portera del cercado de las vacas y lo ha puesto a laborar. No se lo ha pensado dos veces y de entrada ha cogido una vaca sin apenas remilgos de ninguna de las partes, momento que inmortalizó Julián en medio de nues­tros parabienes por el empuje de Ma­ch­a­quito. En la casa, cuenta José, tienen siete sementales, tres de ellos de los que considera figuras entre los que es­tá el ya veterano Segurón, al que ya comienzan a pesarle los años y ha de­ja­do vacía alguna vaca de más y como adelanta el ganadero, “qué ne­ce­sidad tenemos de ello”, acabará en las calles de Castellón, concretamente en Nules, que es cliente importante y fiel de los escolar. En el recuerdo de esas experiencias queda un número 25, de nombre Escribano, que después de mu­chos años padreando con excelente resultado, se soltó con once años en las calles donde dio gran juego.

Esas ventas son posibles aprovechando que es costumbre en la casa que los toros de simiente no se toreen en la tienta. Primero se les elige por reata y por hechuras: “Yo le doy mu­cha importancia al tipo porque hay que ir a Pamplona y a Madrid y en esa categoría de plazas se pide un toro serio que obliga a cuidar la morfología” y luego se tientan a caballo y a partir de ahí se decide su destino. “Siempre lo hemos hecho así y no nos ha ido mal”.

Luego se los echa a las vacas por meses, del primero de diciembre al treinta de julio, esa es la norma de la casa, de tal manera que sólo hay cuatro meses libres. Hay cuatro lotes de vacas y cada dos meses se cambia de toro a diferencia de otras ganaderías en las que se preparan los lotes para cada toro.

EL LABORATORIO

Los tentaderos en Monte de Valdetiétar se hacen a partir de Navidad, cuando las novillas aparecen fuertes. Los organiza de seis en seis, dos vacas para cada torero que llegan, por regla general, invitados por El Fundi, que naturalmente se acuerda de los amigos y de quienes matan las corridas de la casa. A partir de que la vaca esté en la plaza, formalidad total, lo que viene a continuación no es una fiesta sino una ma­nera de preservar un estilo de embestir. Está en juego el futuro y hay que afinar al máximo. Manda el caballo.

-La vaca que no es brava en el caballo ya no me importa que sea muy buena en la muleta. La que man­sea delante del picador ya lleva la nota puesta. No quiero decir que no me guste que sea buena en la muleta, pero tiene que ser además de. A estas alturas si no es completa no se queda.

-¿Qué sea buena en la muleta qué quiere decir?

-Que repita, que transmita, que tenga pases, que el torero esté a gus­to con ella pero que también le inquiete. La facilona o la sosa que invita a coger la muleta no la quiero. Que el torero tenga que andar con la cabeza bien puesta, despierto.

-Ya.

-Que sea toreable para un hombre que pueda.

-Los toreros con la cabeza bien puesta como dices, los muy poderosos, en ocasiones pueden hacer parecer una becerra lo que no es.

-Aquí vienen principalmente los que matan nuestras corridas pero tam­bién vienen los chicos de la Es­cuela de Madrid. Es bueno ver cómo se comportan con unos y con otros. Me gusta ver el fondo de las vacas y a veces con los maestros no les ves las dificultades reales, eso es verdad. Y al contrario, en ocasiones si un chico navega, si no puede con aquello, le pido a mi yerno que salga para ver si es tan difícil como parece y resulta que no lo es.

Me cuenta que las tienta con los lomos bien cubiertos, quiere que tengan fuerzas para que puedan desarrollar bien lo que llevan dentro. Y aunque no hay hábitos especiales sí le obsesiona que las coloquen bien. “Se hace difícil que las paren, será por su condición pero no se quedan quietas, hacen hilo y algunos me critican que con mis años salga a pararlas” y cuando le pregunto sorprendido si coge el capote me dice que no, que es a cuerpo limpio y que en ocasiones les llega demasiado cerca.

-No he toreado en mi vida, pero no me da miedo. Procuro darles una distancia de seguridad pero a veces salgo demasiado, reconozco que lo suficiente para que me puedan coger. Me pongo en el burladero del caballo y, como para entonces ya le han pegado dos o tres varas, ya no tienen tanta tontería para venirse al caballo. Ya saben dónde le han pegado y eso me ayuda.

-Eso es darles ventajas.

-No.

-Sí.

-No.

-¿Cuántas veces las pones?

-Las que veo que se pueden que­dar las pruebo bastante. Siete u ocho veces. Si no tienen mucho in­te­rés con dos o tres van bien. Pero sí, al final les llega a la pezuña.

A estas alturas de la charla José habla suelto y con franqueza, así me lo parece, entra en detalles, desvela há­bi­tos, costumbres, singularidades.

-Hay una familia que se me ha perdido por circunstancias de los saneamientos, la de las Fanfarronas y no la logro recuperar ni en sobrinas ni nada. Era la más numerosa y unas de las más seguras.

Luego me habla de las Chulonas, que no deben ser muy lejanas de las an­teriores, de las Chismosas, Cu­rio­sas, Costureras, Calurosas, Ban­de­ras… y me explica el criterio para nombrarlas.

-Seguí los nombres que traían de casa de Victorino y luego a las hijas las nombro con las dos primeras letras. Si es Calurosa a la hija le puedo poner Caminanta, si es Baila­do­ra una hija sería Banderita. Así no me pierdo.

-Estoy convencido de que no te pierdes. Es evidente.

-Procuro.

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"Yo la bravura la mido en el caballo, será que no soy moderno"

José Luis Benlloch

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