En mi pueblo, que es tierra de buenos higos, se suele decir que “con el tiempo y una caña hasta los verdes caen”. A los toreros les ha costado convencerse de que se debían mover en defensa de su profesión, y por fin han caído en la cuenta de que el hecho de que todos nos hayamos puesto en marcha no les exime a ellos de responsabilidad ni les da derecho a quedarse quietos. Claro que lo suyo es el quietismo estético, pero delante de los toros. Porque no están las cosas en el toreo como para mirar a otro lado, ya que cada día es más real aquello de “camarón que se duerme la corriente se lo lleva”.
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