Sin merecer la calificación de apoteósica sí que ha sido una tarde importante. Tarde si no de gala, sí de esas que dan categoría a un espectáculo de cinco estrellas, mal que les pese a sus detractores.
Primera del gran puerto de montaña que es la Feria de Bilbao para esa gran serpiente multicolor con destellos de oro y plata, que es la temporada taurina. Plaza seria, toro serio y público a juego con esas dos premisas. Sin merecer la calificación de apoteósica sí que ha sido una tarde importante. Tarde si no de gala, sí de esas que dan categoría a un espectáculo de cinco estrellas, mal que les pese a sus detractores.
Ferrera, en un momento de sazonada profesionalidad, ha dejado patente que es mucho más que un torero banderillero, pese a su espectacularidad y enjundia con los palitroques. Muy torero, sabiendo siempre los terrenos que pisa, el extremeño ha dado fe de que es uno de los matadores que visten de gala una feria. Solidez y conocimientos se llama esa figura. ¡Ay, el día que a Gallo le salga por la puerta de toriles un toro que le permita hacer el toreo que lleva dentro, del cual esta tarde sólo ha podido mostrar retazos! Torero puramente castellano en la mejor línea de sus paisanos Robles y Capea, con reminiscencias de aquel sobrio y profundo Santiago Martin “El Viti”. Como es joven aún, el día que explote y carga tiene para ello, este va a ser un Gallo de auténtica pelea que junto con Javier Castaño, puede vestir de gala a la Salamanca torera que tan bien cantaba Farina.
Morenito de Aranda ha coronado el Tourmalet bilbaíno sobrado de fuerzas pero a sus toros, sin ser dos “pregonaos”, les ha faltado, como a todos sus hermanos, esa chispa de la vida que anuncia la Coca Cola. Tarde de color marengo para los buenos aficionados, que saben que el toreo no es una ciencia exacta y que en él, el éxito y el fracaso dependen de muchas cosas.