La Revolera

Se fue Paco Moreno

Paco Mora
viernes 01 de abril de 2016

Si vuelvo a Linares, me prometo a mí mismo no mirar hacia la presidencia. Lo echaría de menos y con él a mi juventud perdida. Gloria encuentres Paco. Hasta allí. Si Dios lo quiere, pero sin prisas…

“Que solos se quedan los muertos…”, escribió Gustavo Adolfo Bécquer, el poeta romántico español por antonomasia, aquel del “volverán las oscuras golondrinas / de tu bacón sus nidos a colgar”. Pero hemos tenido un invierno sobre el que no queda más remedio que pensar: “Dios mío, qué solos nos vamos quedando los vivos…”. La muerte de Paco Moreno, aquel novillero de Linares que llegó a Barcelona cargado de ilusiones e hizo de Las Arenas y La Monumental sus dos plazas fuertes, ha revuelto mis recuerdos de juventud en los que el linarense alborotó el cotarro taurino catalán. Entonces tan importante y tan activo gracias a un don Pedro Balañá Espinós que hizo de la Monumental la primera plaza del mundo en espectáculos celebrados. El borró aquella frase malintencionada y llena de prejuicios que pontificaba que no se sabía que era peor “cortar orejas en Barcelona o no cortarlas en Madrid”.

Novilleros como Paco Moreno acabaron en la capital de Cataluña con camadas enteras de novillos como los de Julio Garrido que por aquel entonces eran “bocatto di cardinale”. En mi memoria se mezclan hoy Miguel Cárdenas, aquel americano que se sentó en la puerta de la plaza de la calle de Marina hasta que don Pedro se hartó y lo puso en los carteles; las buenas maneras del malogrado Sánchez Pinto, que murió en un accidente de tráfico en un país americano; Ángel Agudo “El Greco”, más listo que el hambre con el traje de luces y vestido de paisano, Roberto Espinosa, otro superviviente como yo -y que sea por muchos años-, Julito Calvo; el gitano Amaya –¡qué arte tenía el chaval!-, y Rafaelillo que acabó en un buen banderillero… Y Paco Medina que colgó el vestido de torear para convertirse en un magnífico ganadero, y tantos más que me recuerdan aquellos felices años de juventud en los que todo era todavía futuro

Con Paco Moreno gasté algunas horas de conversación en sus frecuentes estancias en Barcelona. Después nos reencontramos siempre que viajé a Linares y verlo en el palco de aquella plaza, oficiando de asesor, me retrotraía a nuestros años mozos. A partir de ahora, si vuelvo a Linares, me prometo a mí mismo no mirar hacia la presidencia. Lo echaría de menos y con él a mi juventud perdida. Gloria encuentres Paco. Hasta allí. Si Dios lo quiere, pero sin prisas…

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