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A nuevos tiempos, nuevos modos

Va siendo hora de que las propiedades de las Plazas de Toros se percaten de que ha llegado el momento de decidir que sus inmuebles taurinos sigan abriendo sus puertas para lo que fueron construidos con el dinero del pueblo, o deben comenzar a pensar en darles otro destino tal como dedicarlos a la cría del champiñón.
Ha pasado la época en que “España es/era el país donde se puede/podía uno enriquecer más en menos tiempo”, en versión del ex ministro Carlos Solchaga. Al menos honrada y legalmente, porque de la otra manera se siguen amasando grandes fortunas a costa del erario público, el tráfico de influencias y otras singulares maneras de llevárselo crudo y calentito. Aquello de “gana más cuartos que un torero” ha pasado a la historia. Ahora los hay que con acertar a lamer el trasero político adecuado tienen suficiente para montarse en el euro. Ahí están los ERE’S andaluces, los tesoreros como Bárcenas, los piojos en costura del “Caso Gurtel”, la célebre “Operación Malaya” y demás “urgandarineos” que han acabado con la confianza de los españoles en su clase política. Todo ello nos ha sumergido en una crisis a la que no se le ve el final, al menos a nivel de la microeconomía que es la que perciben las amas de casa.

En esta situación en la que el pobre Juan Español sobrevive sin un euro para hacerle cantar a un ciego, va siendo hora de que las propiedades de las Plazas de Toros (Ayuntamientos, Diputaciones y Gobiernos Autonómicos), se percaten de que ha llegado el momento de decidir que sus inmuebles taurinos sigan abriendo sus puertas para lo que fueron construidos con el dinero del pueblo, o deben comenzar a pensar en darles otro destino tal como dedicarlos a la cría del champiñón. Con lo que cuesta hoy poner en pie una corrida de toros, dados los cachés que cobran los toreros capaces de llevar gente a las taquillas, los cánones y otras gabelas que afanan las propiedades, así como la enorme carga impositiva que soportan esos espectáculos, licitar a los pliegos de adjudicación es un acto de valentía más fuerte que el de aquel Domínguez “Desperdicios”, que se arrancó el ojo que le colgaba de un pitonazo para seguir toreando.

Las cosas se están poniendo de tal manera que los Ayuntamientos de muchos pueblos y ciudades, si quieren darles toros a sus administrados en las tradicionales Ferias y Fiestas anuales, deberán ir planteándose pagar a los empresarios por organizárselos en vez de exigir los inasumibles cánones que venían exigiendo. U organizar las corridas y novilladas por cuenta y riego del presupuesto municipal. Y no estoy exagerando; conozco ciudades en las que después de dos o tres “no hay billetes” y otros tantos “tres cuartos de plaza” en sus ferias taurinas, las empresas correspondientes no pudieron repartir ganancia alguna entre sus componentes. Aquí se habla muy alegremente de grandes sumas pero la realidad es muy otra. Hay dinero público para el fútbol, para el teatro, para el cine, para las “chundaratas” que animan las Ferias y Fiestas, pero a los toros, que es el espectáculo más esperado durante todo el año, se le aplica la filosofía de “a la vieja y al bancal, lo que se les pueda sacar”.

Se me olvidaba: La empresa compuesta por los hermanos Lozano y los dos Manueles albaceteños (Caballero y Amador), parece que va a ser la adjudicataria de la Plaza de Albacete durante los tres próximos años y dos de posible prórroga. Por segunda vez ha sido la única licitante al pliego, que, con las reformas experimentadas, en esta ocasión parece más defendible. Lo cierto es que los jóvenes empresarios del tándem Lozano-Caballero/Amador, han confeccionado unas últimas ferias de auténtica categoría, y este año quieren superar lo anterior. Y eso no cae del cielo, es producto de un bien hacer y de no pocos esfuerzos. Y hasta de cerrar la feria con un balance de “lo comido por lo servido”.