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Adiós doña Carolina, adiós

Ignoro si es ama de casa, concejala o adventista del séptimo día. La señora que ha presidido esta tarde la corrida de la Feria del Pilar de Zaragoza, digo. De la doña en cuestión solo me ha llegado que se llama Carolina. Pues bien, la presidenta de marras se ha ciscado en el Reglamento Taurino y en la afición zaragozana, al no parpadear siquiera para despreciar la petición unánime, absoluta y entusiastica de un público enardecido por la faena de Manuel Escribano al quinto toro del encierro de Adolfo Martin.

Un toro que, tanto por la lamina como por su comportamiento, se ha acordado de que era un Albaserrada y como tal se ha mostrado bravo, encastado y repetidor, y frente al cual Escribano ha plasmado un espectacular tercio de banderillas y una faena valiente enrazada y vibrante, rematada con una estocada de libro, que ha puesto a la Plaza de Pignatelli en píe agitando con furia sus pañuelos. Doña Carolina ha ignorado el entusiasmo del público y ha permanecido impasible como una estaua de hielo, por lo que ha sido obsequiada con una monumental bronca, que se repitió cuando abandono el palco ufana al final del espectáculo, de cuyo aspecto más lamentable había sido protagonista. Seguramente ha vivido la buena señora el único momento de gloria de su vida. Hago votos porque no vuelva a presidir nunca jamás una corrida de toros. Deseo en el que creo que me acompaña todo el público que ha asistido hoy al espectáculo referido, y que ha obligado a Escribano a dar dos apoteósicas vueltas al ruedo.

Hasta ese quinto toro, exceptuando el primero que también merecía una buena faena que Alberto Álvarez no ha podido administrarle, probablemente por la falta de corridas indispensables para una correcta puesta a punto, la corrida ha continuado a trancas y barrancas porque a ese buen primero le han seguido tres toros con lunares de bravura y de raza que acabaron rindiéndose a las primeras de cambio. Pero en sexto lugar, la puerta de chiqueros vomito otro toro de los que honran una divisa, y con el que Daniel Luque ha realizado una faena entonadísima, con ribetes de calidad e impregnada del temple y la armonía que se le reconoce a un torero que esta temporada está resurgiendo de sus cenizas, como el Ave Fénix, y que apunta

merecimientos para colocarse en la de 2020 en las ferias más importantes del año. Adolfo Martin tiene motivos para marcharse satisfecho de Zaragoza, pues no todas las tardes puede presumir un ganadero de haber lidiado dos toros de triunfo. Y que sean aprovechados como los suyos de esta tarde…

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Adiós doña Carolina, adiós

Paco Mora

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