Las emociones se apoderaron en los prolegómenos. No era para menos. La historia grande de Enrique Ponce en Vista Alegre lo merecía. Dueño y señor de Bilbao, como titulamos un reportaje en Aplausos que recoge un palmarés ciertamente asombroso: seis puertas grandes, más de sesenta paseíllos y una presencia continuada desde su debut en 1991 de aquel torero con cara de niño sin faltar ningún año. Ferias con dobletes anunciados, corridas extraordinarias, buendías, samueles, victorinos… adornan su leyenda en esta plaza. Los homenajes comenzaron con el aurresku de honor y una sentida y atronadora ovación en la que recogió todo el cariño de una plaza que le adora.
Si el adiós de Ponce estuvo cargado de sentimientos y nostalgia, al debut de Daniel Ruiz en esta plaza lo rodeó una pena grande por la añoranza del recordado ganadero que puso a esta ganadería albaceteña en la elite del bravo y por una corrida de muy pobre juego. No merecía Daniel ni Dani un trago tan amargo como el de esta tarde. La corrida, claro está, no hizo honor a una divisa que es madre de otras muchas de su misma raíz ni a éxitos recientes que dan la medida de su calidad.
Ciertamente, los seis toros estuvieron condicionados por su falta de fuerzas y de poder. El que abrió la tarde la calidad la tenía toda y la intención de embestir también. Quería pero no podía. Enrique Ponce hizo una labor de enfermero, una de tantas en su trayectoria como especialista en estas situaciones. Sostuvo al toro en pie en una faena a media altura, pulso y delicadeza, larga también, otro clásico en el valenciano que pareció querer prolongar su adiós a Bilbao, como si no quisiera que llegara el momento, y en la que hubo perlas sueltas pero no la ligazón.
A los medios se fue Ponce para brindar el último toro de su vida en Vista Alegre, la ovación fue atronadora, brindis, por cierto, compartido con su gran amigo y partidario Ramón García. Tenía la calidad dentro el toro, como su anterior, pero no le dieron las fuerzas. Se defendía y se apoyaba sobre las manos. Estuvo mucho tiempo delante del toro. En el rostro del valenciano se reflejaba la frustración por un gris adiós. Recogió una ovación clamorosa en los medios antes de una vuelta al ruedo como despedida a toda su gloria en esta plaza. A todos dijo adiós, se abrazó con torileros y areneros, saludó al público de las primeras filas, un paseo largo, y entre gritos de ¡torero, torero! en los medios se agachó, cogió un poco de la cenicienta arena y se la llevó al corazón.
Los reconocimientos al valenciano no terminaron ahí porque tanto Roca Rey como Pablo Aguado le brindaron sus primeros toros. El brindis del peruano fue algo así como de actual consentido a consentido grande. Roca Rey recoge ahora el testigo del idilio de Bilbao con un torero. Los apretados estatuarios del peruano abrieron una labor sin eco al segundo por la desrazada condición del toro. Agarrado al piso, de embestida mortecina, no dio opciones ni siquiera a la pirotecnia final. Mató de buena estocada tras pinchazo.
El inicio de rodillas al quinto se interrumpió cuando al tercer muletazo el toro se le quedó corto por el pitón derecho; sin embargo sería después por donde el de Daniel Ruiz desarrollaría más profundidad. Y llegaron dos series ligadas, asentadas, reunidas. Por la otra mano, el toro no tuvo la misma franqueza y se empeñó en dos tandas que bajaron el nivel. En el regreso a la diestra, el toro perdió el fuelle inicial. Ahí trató de subir el tono en en un manojo de jaleadas manoletinas. Al igual que en su anterior, mató de una gran estocada tras pinchazo.
No tuvo continuidad el volado saludo a la verónica de Pablo Aguado al tercero. Se quedó con las ganas el sevillano y en el quite le endilgó dos excelentes lances por el pitón izquierdo. Vacío el toro, se afligió a las primeras de cambio y se defendió.
Apenas nada picado el sexto como toda la corrida, perdió las manos a la salida del caballo. Fue otro toro sin fuerzas y ausente de poder. En toreros con un gran sentido de la medida como Pablo Aguado se hubiera agradecido la brevedad.
Bilbao. Viernes 23 de agosto de 2024. Toros de Daniel Ruiz, dispares de presentación y de pobre juego en conjunto; corrida sin fuerzas ni poder. Enrique Ponce, ovación con saludos y ovación con saludos tras aviso; Roca Rey, silencio y ovación con saludos tras petición y aviso; y Pablo Aguado, silencio y ovación con saludos. Entrada: Algo más de tres cuartos de plaza.