Apenas hacía dos meses hace que volvían a celebrarse festejos taurinos en Marbella y este viernes se recuperaba también la Feria de Candiles arrancando con una corrida monstruo, nocturna, homenaje a Enrique Ponce en el año de su despedida, con un cartel de auténtico lujo. El festejo contó también con los acordes de la banda de música del maestro Tejera, la habitual de la Real Maestranza sevillana y el paseíllo, como la propia feria indica, se desarrolló con la luz de una veintena de candiles colocados por el albero que envolvieron de un aroma especial la noche en la Costa del Sol.
Talavante arrasó en el séptimo, no se dejó nada y supo aprovechar todas las buenas condiciones de Aguaclara, un buen toro, al que había que cuidarse de dejarle tocar los engaños porque soltaba un fuerte derrote cuando los tenía a tiro. Faena intensa de Alejandro, que mantuvo la emoción en los tendidos. Al natural, por el derecho, a pies juntos, por la espalda, sin ayuda, y todo por abajo… derroche de recursos del torero, sin perder la base del toreo clásico, cerrando por manoletinas y un estoconazo arriba que hicieron suya, a falta del último, la noche de Marbella. Máximos trofeos para el extremeño.
Rompió más a embestir y perseguir los vuelos el tercero, Famoso de nombre, algo más alto pero, en proporción, con menos volumen. Supo convencerlo Talavante, pulseando y templando mucho las embestidas dejándosela por delante cuando alargaba su recorrido el toro; algo que alternaba cuando las fuerzas no le daban más que para quedarse debajo de la muleta. Variado en los remates, lució un animado Talavante sobre todo por el lado derecho. Acertó con una estocada muy levemente desprendida y abrió, por fin, el marcador de la noche con dos orejas.
Enrique Ponce se despidió en triunfo de Marbella tras su faena al quinto, Espantoso de nombre, y el mejor, con sus cosas, hasta el momento, cuya faena brindó a El Litri. Llegó con motor a la muleta el toro, con recorrido, que iba recortando a partir del tercer muletazo. No humillaba en exceso pero pedía una muleta firme y mandando por delante porque también intentaba sorprender cuando podía. Ponce, sin llegar a grandes apreturas, lo fue llevando gustándose, pero sin despistarse porque había exigencia. Toreó por ambos pitones, gustó mucho su inicio doblándose por bajo y firmó una obra marca de la casa. Su obra, una estocada entera pero también levemente desprendida y La Concha flamenca interpretada por la banda Tejera acabaron por poner el rabo en manos del de Chiva. El toro fue ovacionado en el arrastre. Destacar también un gran par de banderillas de Javier Sánchez Araujo.
A Andarín, el cuvillo que abrió la noche, bajo y en tipo, le duraron poco las ganas de andar por el ruedo. Enrique Ponce anduvo fácil, tirando líneas y a media altura, sin poder ni bajar manos ni torear con la cadera. Se paró el toro y se acabó la faena. Una estocada caída resolvió este primer capítulo y Ponce escuchó palmas.
Juan Ortega casi dibujó de salón un manojo de verónicas al cuarto cuando enjaretó varias seguidas por el pitón izquierdo. Pesadillo fue un toro melocotón de capa, bajito y cómodo que de salida pareció que iba a seguir la tónica de sus hermanos pero que en la muleta, tras un gran tercio de Jorge Fuentes y Perico, embistió rebrincado y con recorrido por momentos, según se iba viniendo abajo. Modeló una obra con sello, con la pinturería que le caracteriza, a la par que el toro se prestaba porque Juan intentaba ligar pero ahí es donde faltaba continuidad ante los parones del toro. Un ramillete de molinetes cerrado en tablas fueron la antesala de una gran estocada que puso las dos orejas en manos del torero.
El último no generó mayores cambios en la noche. Hatero anduvo protestón desde que salió y Juan Ortega, que le puso interés, apenas obtuvo nada a cambio. Cabeceo constante, parones y escaso celo no permitieron alardes al sevillano ni siquiera algún apunte para regocijo de la parroquia, por otro lado, más preocupada de corear los vivas de algunos que de atender la lidia. Anduvo fino con la espada y, dadas las horas, muchos lo agradecieron para buscar las sábanas. Fue ovacionado Ortega.
Morante de la Puebla se vistió de caricia y oro para sacar brillo de Luminoso, un toro al que tampoco se le podía obligar, que anduvo con la cara alta y embestidas desiguales. Sin brillo en los primeros tercios, fue labrando con la muleta una interesante labor habida cuenta que, con su facilidad para componer, fueron surgiendo auténticos momentos destacables hasta el punto de conseguir algún natural largo y enroscado. Se le enroscó la espada a Morante y perdió trofeos. Escuchó palmas por un público que debió ser más agradecido para llegar a la ovación.
Abrevió Morante con el sexto de la noche, ya metida en madrugada. Elegante anduvo remiso a embestir, perdió las manos ya con el capote fácilmente, aunque también por la brusquedad de su movimiento, y Morante con la muleta se limitó a pasarlo y comprobar que no tenía intención alguna de seguir las telas. No se dio coba, y se lo quitó de en medio. Pitos para el toro y silencio para el torero.
Marbella (Málaga). Viernes, 9 de agosto de 2024. Corrida de los Candiles en homenaje a Enrique Ponce. Toros de Núñez del Cuvillo, parejos en conjunto, sin picardía, nobles, justos de fuerzas y raza (1°, 2°, 4° y 6°), buenos 5° y 7°, manejable el 3° y malo el 8°. Enrique Ponce, palmas y dos orejas y rabo; Morante de la Puebla, palmas y silencio; Alejandro Talavante, dos orejas y dos orejas y rabo; y Juan Ortega, dos orejas y . Entrada: Dos tercios. La terna hizo el paseíllo a la luz de los candiles. Sonó el himno de España tras el paseíllo y se le entregó una placa a Enrique Ponce con motivo de su despedida de los ruedos. Buena lidia en conjunto de las cuatro cuadrillas.