Lleno, apreturas para entrar, un retraso de diez minutos en el paseíllo, expectación desbordada, calor sofocante y tres toreros que espolearon hasta el objetivo final: salir a hombros por la puerta grande. Al magisterio de El Juli le respondía el orgullo de Roca Rey, que veía cómo Tomás Rufo, que no fue un convidado de piedra, se metía en la batalla de las dos figuras.