LA PINCELADA DEL DIRECTOR
Y ahora, rememoremos al lorquiano Antoñito el Camborio… a Sevilla a ver los toros. Foto: ArjonaY ahora, rememoremos al lorquiano Antoñito el Camborio… a Sevilla a ver los toros. Foto: Arjona

Buen viento, buena primavera

José Luis Benlloch
jueves 11 de abril de 2024
Fallas 2024 marcan el camino: calidad y respeto a la personalidad, rigor sin histrionismos ni sobreactuaciones

2024 taurino. Abril. Buen viento. Tocaba. Más allá de lo de imprevisible que tiene el toreo, estamos en la ola buena. Olivenza, Valdemorillo, Castellón, Valencia, de todas hemos salido con la sensación de que hay ganas de toros, que hay toreros y que hay toros que no es coincidencia frecuente, cuestiones todas ellas que están en el principio de la felicidad taurina y luego, con esa base… luego que ladren que por cierto tengo la sensación de que ladran menos, a los del establishment me refiero. Tendrán otras pancartas, a estas alturas es evidente que a falta de ideas de progreso y altruismo social auténtico entre los padres de la patria -hay excepciones a las que agarrarse- la cosa va de pancartas. Algo así como la subsistencia política agarrada a una cartela o a un titular fácil en los medios. Todo se reduce a un grito de náufrago ¡aquí estoooy! y o los ven o palman, así que conscientes de su mezquindad se pirran por ladrar. Qué pobreza. No caerá la potra de su silencio. Pero no cantemos victoria, volverán a gritar esos malditos. Mientras, hay que reconocerlo, el año es bueno, como la primavera que les ha tendido la mano a la gente del campo con una agua generosa y oportuna y a las ferias, las Fallas con sol son, se ha comprobado, otro mundo.

RR un trueno vestido de luces; Ureña un trueno revestido de pureza

Lo de Valencia, en lo estrictamente taurino, ha sido importante. Pasados los días aún se hace mejor, lo bueno no solo perdura, se asolera. No quiere decir que no sea mejorable, todavía hay costuras que duelen, pero estas Fallas 2024 han marcado el camino que no es nada distinto de lo que fue siempre la mejor Valencia, calidad, calidad y respeto a su personalidad, rigor sin histrionismos ni sobreactuaciones, la historia a salvo de cursillos globalizadores. Esa es conclusión y fórmula que sirve para todas las plazas: respeto a su personalidad, a la historia, a la tierra. Claro que para eso hay que conocer la historia y la tierra y el toreo. De otra manera se corre el riesgo evidente de meterse en charcos.

De Valencia, primer encuentro del año con el toro de primera y por tanto test a tener muy en cuenta, salieron varios toreros reforzados y otros… otros digamos que no mejoraron, también hubo añoranza de los que no estuvieron y de los que pueden ser y no acaban de ser. Lo de Roca fue un gran espectáculo, una plaza encendida siempre es gran un espectáculo, y vaya si la encendió. Un trueno vestido de luces, Valencia desbocada como reacción, escribí en Las Provincias, el peruano como héroe de la modernidad, un gozo. Y si quieren hablamos de toreo, territorio en el que también dio argumentos para la pasión: quietud, ambición, mejora, un trazo del muletazo más redondeado, conceptos todos ellos de buen toreo; y por encima de cualquier otra consideración o como consecuencia de todo ello, aparece su tirón que dio pie a dos llenos totales, el mejor antídoto para los sectaristas de las pancartas.

La corrida de Montalvo tuvo nivelazo, presentación, carácter, fondo, nobleza,

El otro hombre de la feria, otro trueno, este vestido de pureza, desnudo de alharacas, fue Ureña, en la que fue la mejor faena de su vida, Ureña dixit. Anclado, mandón, con la zurda, con la diestra, la línea recta quebrada, las cercanías exprimidas, no cabía más ajuste, así toreó Ureña a un toro en el que hubo que creer para poderle y engrandecerle. Gran toro, Cartero, de Montalvo, gran torero, Ureña.

Se recuerda igualmente el toreo de capa de Morante, también el de Ortega, pura delicia, iba escribir delicatessen pero me suena cursi, mejor digo gloria bendita en ambos casos, luego con la muleta no alcanzaron el mismo rango, tampoco desaprovecharon toros que no es poco en coletudos de su calidad y condición, solo que en el caso de la Puebla no se tiene en cuenta, es valor sobradamente consolidado, mientras que en el caso del de Triana no evitas la sensación de cierto conformismo.

Borja Jiménez se arrimó y toreó con una solidez que hace creer en la explosión inmediata; Manzanares estuvo sólido y ganó respeto; Castella no tuvo toros; Talavante tampoco; El Fandi fue Fandi y abrió la puerta grande por decisión popular, nada que decir pues, y el resto pasó de puntillas.

Hubo notas altas para muchos toros. La corrida de Montalvo en su conjunto tuvo nivelazo, presentación, carácter, fondo, nobleza, virtudes que en unos aparecían más a flor de piel en otros hubo que buscárselas pero quien dijo que esto era fácil; buena corrida la de Jandilla con un ejemplar, Leguleyo se llamaba, cumbre al que el usía no quiso o supo ver; varios toros excelentes soltó Juan Pedro; de mucha importancia fue el toro de Fuente Ymbro la tarde de Román, excelente la novillada del mismo hierro… y a estas alturas sumo y veo que lo domecq acaparó el capítulo de la buena bravura sin caer en la uniformidad edulcorada que tanto se critica. Será que cada ganadero va imponiendo su personalidad diferenciada, será eso.

No nombrar a los novilleros en el cuadro de honor de la una feria como Fallas, iría contra los intereses promocionales a los que obliga la condición de buen aficionado: Nek sigue creciendo, Zulueta justificó sus buenas referencias, Navalón se presentó con categoría, el día que consiga que se le consideré de la tierra aún le irá mejor; Peñaranda tiene cuajo de torero; Jarocho gustó; Donaire exhibió maneras de torero bueno; y El Niño de las Monjas sacó a pasear su toreo vitalista. En cualquier caso, que no se duerma ninguno de ellos.

Y ahora, rememoremos al lorquiano Antoñito el Camborio… a Sevilla a ver los toros.

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