No es propio decir que el abono y la feria de Sevilla hayan sufrido este año una revolución. Una revolución es, en cosas taurinas, otra cosa. El Paco Ojeda de 1982 habrá sido el último torero genuinamente revolucionario. No tanto como el Manolete de 1940, El Cordobés de 1964 o el Juan Belmonte de 1913. La revolución de José Tomás el año 2007 tiene con las otras cuatro menos puntos en común de lo que pudiera creerse. Las cuatro se parecieron entre sí solo lo imprescindible. Cada uno de los toreros del quinteto revolucionario vivió épocas bien distintas.