Los datos son elocuentes. La cantera del toreo, los novilleros con picadores, está bajo mínimos. Desde hace algún tiempo, los aspirantes no dan la talla…
Los datos son elocuentes. La cantera del toreo, los novilleros con picadores, está bajo mínimos. Desde hace algún tiempo, los aspirantes no dan la talla. Las plazas que organizan novilladas, Madrid, Sevilla, Valencia, Zaragoza, han visto desfilar a quienes se supone que tienen las mejores credenciales para poder ser toreros de futuro. Los resultados han sido muy pobres, con el agravante de que los chavales demuestran graves carencias técnicas, o algo más preocupante: falta del valor necesario para la profesión.
La dinámica actual del toreo ha convertido a las novilladas en festejos accesorios. El público no asiste a los festejos menores. La carestía de estos espectáculos, gravados por elevados impuestos, es muy alta. Las empresas no quieren organizar novilladas. Si lo hacen, sólo es por las exigencias de los pliegos. Es decir, que las novilladas son festejos ruinosos. Es posible que incluso se hayan acabado las novilladas al 33% o las financiadas por los ponedores.
Y debe ser así porque cuando un joven novillero comienza sus primeros pasos sólo hay una opción. Hay que enseñarlo en Madrid o en Sevilla para intentar llamar la atención. A esas plazas llegan los muchachos sin ningún rodaje. Algunos, los que tienen valor, atropellan la razón sin fundamentos técnicos. Otros, con buen bagaje artístico, se estrellan ante su evidente falta de preparación. Y siempre hay algunos que no tienen ni el valor preciso para ponerse delante. Al final, un drama. Y así la Fiesta se queda sin la posibilidad de forjar nuevos toreros.
Las causas de esta situación son diversas. El problema económico es importante. La falta de afición juega también un papel decisivo. La gente no va a las novilladas. Sin embargo, como fondo de todo, me quedan dudas sobre la propia condición de estos aspirantes a toreros, todos ellos procedentes de Escuelas. No se trata de poner en cuarenta el lugar de las Escuelas en estos momentos. Son el elemento necesario para formar toreros en esta sociedad de nuestros días. Se trata de llamar la atención sobre cómo son estos novilleros, todos con los mismos patrones, siempre intentando hacer lo mismo que las figuras, ayunos de imaginación y de arte, pero también muchos de ellos sin el alma suficiente para una profesión tan dura. Es duro decirlo, pero los tiempos que corren no parecen los mejores para pedirle a un torero nuevo que se juegue el físico de verdad. Así, el futuro se antoja poco diáfano.