TAL DÍA ESTA SEMANA… 28 DE JUNIO DE 1988

Cumbre del Niño de la Capea en la Corrida de la Prensa de Madrid

Alfonso Ávila
miércoles 28 de junio de 2023
En el año de su primera retirada de los ruedos, el maestro salmantino cortó tres orejas y salió por la puerta grande después de dos estupendas faenas a dos toros de Victorino Martín

Casi lleno en los tendidos en la corrida a beneficio de la Asociación de la Prensa. Se lidiaron seis toros de Victorino Martín, de juego dispar, destacando los lidiados en quinto y sexto lugar que resultaron muy nobles para la muleta, siendo ambos ejemplares muy ovacionados. Actuó como único espada el diestro salmantino Pedro Gutiérrez Moya “Niño de la Capea”, que vistió con un terno verde esmeralda y oro, obteniendo el siguiente resultado artístico (ovación, ovación, ovación, palmas, dos orejas y oreja). Asistió a la corrida su Majestad el Rey don Juan Carlos I, que presenció el festejo desde una barrera acompañado por Santiago Martín “El Viti”.

La corrida de la expectación no se pudo redondear hasta el quinto toro, ya que los cuatro primeros astados de Victorino Martín no ayudaron para nada al torero. El Capea los despachó con dignidad y siempre haciendo gala de una gran voluntad, de unos enormes deseos, de un afán por salir airoso de la prueba, tal como después lo hizo. Con el capote no pasó de eficaz y con la muleta dio muestras de su probado valor. Aguantó coladas en el primero, segundo y tercero, y no se inmutó ante los continuos tornillazos del cuarto, el único al que no mató a la primera.

Como relató José Luis Suárez-Guanes para Aplausos: “Pero en el quinto cambió la decoración. Creo personalmente que el quite del sobresaliente Utrerita puso el signo triunfal de la tarde. A partir de ahí se vieron las posibilidades de un toro al que, como a algunos de sus hermanos, le habían pegado mucho en los encuentros equinos. Después, Pedro Moya toreó con gusto en los pases por bajo, se recreó en los ayudados, y tras unos derechazos un punto rápidos, pero rematados con un pase de pecho extraordinario, llegó el recital de la mano izquierda en la que sometió a la res y toreó con un temple y una armonía exquisitos. Dos series extraordinarias en las que la muleta barrió la arena y en las que Pedro, el maestro y el científico profundo, se convirtió en el más preciado artista. De tanto estrecharse volvió a sufrir una voltereta. No importaba ya nada; ni los millones, ni las fincas, ni el ganado, ni esos dones tan preciados como son la mujer y los hijos. Lo único que importaba era pasar a la leyenda de verdad, como un hito importante de la historia de la tauromaquia. La tercera tanda fue portadora de la misma calidad. Y después, a la antigua, sin aburrir, sin cansar con series interminables, la estocada al encuentro decisiva y determinante para que, tras una muerte espectacular y rápida, las dos orejas del noble victorino llegaran a su poder. Apoteosis triunfal, con vuelta al ruedo lentísima y reconocimiento de Madrid que le da el título de uno de sus hijos predilectos”.

Remató la tarde “mimando las embestidas del sexto que no andaba sobrado de fuerzas. Realizó el toreo fundamental por los dos lados, que es un dechado de suavidad, ritmo, armonía, gusto y estética. El poder se convierte en arte, el látigo en carantoña y la torería emana por doquier de un torero de Salamanca que alcanza las más altas cotas mientras va tocando la gloria. En el tramo final de la faena, hace un derroche del toreo a dos manos y receta otra gran estocada, se va por la puerta de las grandes efemérides y su nombre queda impreso para siempre en el libro en el que sólo tienen su sitio los grandes colosos del toreo”.

Tras la corrida, el ganadero Victorino Martín declaraba para nuestro compañero Luis García: “Cumbrerillo y Escribiente se encargaron de poner las cosas en su sitio”. Decía esto el ganadero de Galapagar, pues su corrida del ciclo isidril fue muy censurada, tanto por la presentación como por el juego. Con cierta sorna, el ganadero decía: “Una ganadería no es una fábrica de bombillas, donde todas salen iguales. Mis toros han puesto el nivel muy alto”.

Por su parte, Barquerito titulaba así su crónica para Diario 16: “Capea: humilde, sabio, valiente y genial”.

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