Categorías: Opinión

De los rastrojos al cielo

Por encima de los matices o al margen de los gustos personales y sin querer entrar en profecías de futuro, el triunfador en términos objetivos ha sido Ginés Marín. Por tratarse de un chico tan joven frente a un tribunal tan duro; porque con las prisas de la sociedad actual, antes del año de alternativa ya se comenzaba a dudar de las posibilidades de un torero que había levantado las máximas expectativas; y merecido porque fue una faena de mucho cuajo, con asiento y sin dudas.

Tocaba. Andaba San Isidro por los rastrojos, lo que por muy labrador que sea el santo patrón no era lo que se esperaba estos días, y de pronto, un toro bueno y otro bravo y otro y otro, y hasta una corrida buena, digan buena sin pudor, no se tapen en lo de una corrida interesante. Eso por no hablar de los toreros: Ventura, Ferrera, Talavante, Colombo, Fortes -que toreó al natural de rodillas como no se ha vuelto a ver-, Roca, Juli, Ginés Marín, Lorenzo, Castella -hay que ver cómo estuvo ese Castella-, Adame… y de los rastrojos se pasó a los cielos del éxito de un día para otro. Un respiro. Un respiro para los toros, para los aficionados, para los rehenes de Las Ventas que sufren a diario el ruido de la amargura, para las administraciones que aún apuestan por los toros -gracias-, para los de las almohadillas, los de la cerveza, para el mismo Simón el vocero que así vende más revistas, para los que llegaron del pueblo y se pudieron volver a casa con el gustazo de haber acertado y hasta para los presidentes que, de pronto, y por mucho que se empeñen en lo contrario, parecen mejores presidentes… Sucede y te das cuenta de la poca distancia que hay entre la gloria y el barro, entre las ganas de volver y el darle la razón al pesado de tu cuñado el podemita, entre irse de copas al acabar o irse al viaducto. Lo jodido es que nadie tiene la fórmula infalible para que sea así, aunque las hay que apuntan a ganador y otras en las que antes de comenzar el éxito ya está enfangado en el territorio de los milagros.

La buena racha llegó cuando el canibalismo profesional se relamía los labios. Es la estrategia de mediocres que inunda el toreo. Para ellos su éxito pasa por el fracaso de los demás sin querer enterarse -¡torpes!- que el fracaso a todo el mundo alcanza

La racha buena llegó en el momento justo, cuando el agua del mosqueo llegaba al cuello y la fe comenzaba a decaer, cuando las sonrisas de los cazadores del infortunio comenzaban a aflorar: ¡Ya lo decía yo! ¡Habéis visto, olalá!… Unos cabrones insensatos, eso es lo que son. No hay que extrañarse, todos sabemos y hasta hemos sufrido, y quién no, el canibalismo profesional, estrategia de mediocres, que inunda el toreo para los que el éxito suyo pasa por el fracaso de los demás sin querer enterarse -¡torpes!- que el fracaso a todo el mundo alcanza, de la misma manera que el éxito genera éxito y que el futuro de todos pasa por el éxito lleve la firma que lleve. Por eso y por el bien de las úlceras, la buena racha de Las Ventas ha sido un alivio grande. Ahora sólo falta pedir que dure.

Desde la última Pincelada a esta -una semana-, unos se pueden quedar con Ginés Marín, otros con Castella, que estuvo pletórico frente a un gran toro, habrá quien elija a Talavante y no sería mala opción, ese siempre es caballo ganador, o quien señale a Juli, y habrá quien asegure que el toro de Alcurrucén, Barberillo se llamaba, ha sido el toro de la semana, yo también lo creía hasta que saltó a la arena Hebreo, de Jandilla, y ahora me quedo con Hebreo sin que me olvide de Barberillo ni del conjunto de Cuvillo ni de aquel Hortelano de Fuente Ymbro que le tocó a Fandi en los principios del abono. Muchos nombres de éxito, lo piensas unos días antes, cuando a los del canibalismo se les estaba haciendo la boca agua, y no te lo crees pero el toreo es así, un buen día no se sabe por qué -o sí- cambia todo de arriba a abajo.

La faena de Ginés tuvo cuajo y asiento. El toro embistió fuerte y Marín aguantó. El toro pedía mando y Marín le mandó. Y todo se lo hizo bonito, con toques de inspiración

Por encima de los matices o al margen de los gustos personales y sin querer entrar en profecías de futuro, el triunfador en términos objetivos ha sido Ginés Marín. La puerta grande tiene un valor incuestionable y debe valorarse. En el diario Las Provincias, cuando todavía andaba pegando saltos por la emoción, escribí que su triunfo fue enternecedor, oportuno y merecido. Por tratarse de un chico tan joven frente a un tribunal tan duro; porque con las prisas de la sociedad actual, antes del año de alternativa ya se comenzaba a dudar de las posibilidades de un torero que había levantado las máximas expectativas; y merecido porque fue una faena de mucho cuajo, con asiento y sin dudas. El toro embistió fuerte y Marín aguantó; el toro pedía mando y Marín le mandó; y todo se lo hizo bonito, con toques de inspiración y mucha serenidad. Y además cayó bien, que es virtud imprescindible para crecer en cualquier manifestación artística. Dio un paso importante en su camino y superó la discreción con la que pasó por la Feria de Abril. Esta vez confirmó todo lo que anunció la tarde del festival de Adrián, con aquel rabo que tanto crédito le dio.

Castella estuvo pletórico frente a un gran toro pero habrá quien elija a Talavante y no sería mala opción, ese siempre es caballo ganador o quien señale a Juli…

Si hubiese quiniela taurina o apuestas como alguna vez se ha intentando, lo de Talavante se pagaría poco, no hay sorpresa. Todos sabemos que cuando el tío se pone se le resisten pocos toros. Y si esta feria ha pedido estar cuatro tardes no iba a ser para pasearse y otro tanto cabe decir de Juli. ¿He dicho quinielas en los toros?… La que se armaría con los presidentes. ¿Qué se diría o qué se pensaría por no haberle dado la segunda oreja a Castella, o por la que le negaron a Colombo aquella tarde en la que el usía no hizo caso a los asistentes y se convirtió en insensible pedernal antes de sacar el pañuelo?… ¡Qué hombre!… antes muerto que sencillo. ¿Qué tendrá el palco?…

POSDATA.- Siguen sin resolver el tema de los toros reparados de la vista. Ya van muchos. ¡Asombrosa impericia!

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De los rastrojos al cielo

José Luis Benlloch

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