El calendario avanza inmisericorde y Julio se metió en harina. Como manda la tradición a San Fermín le sucedió San Jaime. O lo que es lo mismo, después de Pamplona llegó Valencia con Mont de Marsan de por medio. Tres casos. Plenitud, plenitud y decadencia. Lo siento en el alma pero es así. Ahí están las fotos de Berho que no mienten. Lleno, lleno y más lleno, ambiente, color, vida y… dolor. Ver la plaza de Valencia con un tercio de su aforo la noche de la desencajonada, no hace tanto tan rebosante y tan feliz, me abrió las carnes de aficionado. Me dirán que a otros les abrió la cartera e incluso el crédito político. Y hasta es posible que todo a la vez. Seguramente sea así, a todos nos toca, y por eso mismo la situación es para ponerse a pensar y sobre todo a trabajar. Quizás haya llegado el momento de aparcar las declaraciones grandilocuentes y arremangarse. Si hay que sacar Julio a flote, que sí hay que sacarlo, hay que currar. Pensar, distinguir -porque lo que vale para una plaza no tiene por qué valer para otra- y currar. Eso o algo parecido pero ya mismo.
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De San Fermín a San Jaime, del gozo al dolor
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