El maestro de Chiva recogió el cariño de la plaza que le lanzó conquistando su quinta puerta grande en Las Ventas. Enrique Ponce recibió con sedosas verónicas a Requiebro, de Juan Pedro Domecq, su último toro en Madrid. Un toro armado, hondo, con cuajo. Descolgó en el capote del maestro de Chiva, que lo meció. Lo cuidó en el caballo. Gran par de Fernando Sánchez, que tuvo que saludar en el tercio. Ponce brindó al público una faena de embroque e inteligencia. En el rítmico inicio hubo un trincherazo de categoría. Comenzó construyendo la obra sobre el pitón derecho, con reunión en los muletazos. De mitad de muletazo en adelante le costaba al noble Requiebro.
Por el izquierdo le recriminaron la colocación y buscó el pitón contrario dando el pecho en naturales templados. Por el derecho no rompió ya más el toro. La solución: tres poncinas que enloquecieron. Unos últimos naturales desmayados, como apurando los últimos sorbitos de Madrid. Al toro le había faltado fondo para que la obra alcanzara cante grande pero el maestro de Chiva rubricó la faena de una gran estocada que desbocó la pasión del adiós. Dos orejas tras aviso.
La galería COMPLETA del festejo, en el objetivo de Iván de Andrés.