Quisiera glosar triunfos toreros de los que convulsionan los sentimientos y nos hacen fuertes. No está siendo posible. Y más de uno, cuéntenme entre ellos, comienza a aburrirse. Si lo achacamos al periodo invernal nos engañamos y/o nos consolamos a medias porque si bien por estos lares predominan las canales y el frío, desde América, donde sí es temporada, llegan más sombras que luces. Y si se nos ocurre desviar la atención hacia los despachos las novedades no son sustanciales. Los más intencionados puede que digan aquello de cambian para no cambiar, no más. Dejémoslo en que se trata de pura casualidad. Matilla y Choperita dejan Granada y se instalan en Castellón. Casas y su grupo renuncian a Castellón, a competir me refiero y se instalan en Granada. Lo que sí es cierto es que la franja de ocupación mediterránea de Casas no varia mucho. Lógico teniendo en cuenta que sus mayores triunfos siempre llegaron en ese territorio, una especie de línea litoral en la que se mueve con facilidad, incluso con brillantez. Cuestión de cultura. Será eso. Por el contrario el triunfo de sus competidores, si se les puede llamar así, en esa zona todavía está pendiente: su trayectoria se fraguó, la de ellos mismos y las de sus padres, en el resto del territorio, de la franja este para allá, Choperita en el norte, Matilla en el centro, Cutiño al oeste… Ese es el perfil de un mapa tauro económico que nunca se acabó de romper. La duda o la curiosidad está en saber si ese último movimiento del ajedrez empresarial, ese trasvase de los de Granada a Castellón y los de Castellón a Granada, tiene otras consecuencias teniendo en cuenta que todos ellos están juntos en Madrid y los que no están en Madrid están en Málaga y no escapo a la tentación de escribir en este punto algo así como ¡…y Matilla en todas partes! No pasa nada, la Santísima Trinidad también eran tres y un solo Dios verdadero.