Los carteles de Sevilla ya están en la calle. Son unos buenos carteles con dos ausencias dolientes y muchas presencias gratificantes. Juli y Perera quedan, una feria más, descolgados en ese tira y afloja que tiene a la tele como excusa, pero que apunta a otros objetivos de mayor alzada de cara al futuro. Y que afecta a la mayor parte de los colectivos taurinos. Incluidos ganaderos, apoderados, empresarios y medios. Pero tiempo al tiempo porque falta la respuesta más importante que es la del público, la del aficionado, la del que pasa por taquilla, del que aguanta este tinglado si le apetece y le vuelve la espalda si no se dan las condiciones fundamentales de una tarde de toros: el toro, la emoción y a partir de ahí: el gran espectáculo de la Fiesta. Cosa que no ocurre tanto como desearíamos y cuyo futuro está envuelto en una evidente nebulosa.
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