Opinión

El lobo, el penúltimo enemigo del toro

A todas las penurias que ha traído la pandemia a los ganaderos de bravo -los mismos gastos, ningún ingreso- hay que sumar los estragos cada día más numerosos que está haciendo el lobo en sus ganados con sus ataques gratuitos que cuentan con la protección de las administraciones que se dejan llevar por los radicalismos conservacionistas. El lobo mata más allá de sus necesidades de pervivencia, lo que se traduce en que mata por matar, cuestión que al norte del río Duero, territorio objeto de la última polémica, en donde hay una importante población de estos depredadores, supone todos los años miles de bajas en los ganados con el consiguiente perjuicio económico que no compensa la Administración. Y como problema más de fondo se erige en un nuevo elemento de división, entre oficialidad y realidad, entre urbanitas y rurales. Lo politizarán, seguro. 

El problema no es nuevo. Desde siempre el lobo ha enervado a los hombres de campo que consideran que la Administración legisla desde el desconocimiento y la predeterminación, pero estos días el debate ha alcanzado el máximo grado de excitación con el incremento de los ataques y la decisión de la Comisión Estatal de Patrimonio Natural y la Biodiversidad de incluir a este depredador entre las especies en régimen de especial protección, por lo que deja de ser una especie cinegética y extiende la prohibición de su caza al norte del río Duero, donde hasta ahora había una adecuada gestión cinegética que había permitido la recuperación y el aumento de sus poblaciones y una razonable protección de los ganados.

Una adecuada gestión cinegética había permitido el aumento de sus poblaciones y una razonable protección de los ganados

El cambio en la normativa que ha desencadenado el conflicto prosperó por un solo voto de diferencia y con la oposición de los representantes de Cantabria, Asturias, Castilla y León y Galicia, donde se concentra un noventa por ciento de la población de lobos en España y donde cada año cerca de ocho mil cabezas de ganado son víctimas de los ataques de este depredador. Desde el campo consideran que es la historia de una traición, “un relato marcado por la sumisión política y la traición al mundo rural por parte de unos cuantos”, aseguran. Ocho territorios que albergan entre todos menos de treinta lobos han impuesto a Asturias, Cantabria, Galicia y Castilla y León, con más de dos mil cuatrocientos ejemplares, cómo gestionar la especie y cuál será el futuro de los ganaderos de extensivo de estas regiones, escribe Luis Fernando Villanueva, director de Artemisan, fundación que defiende el aprovechamiento sostenible de especies cinegéticas para al beneficio de los ecosistemas y el mundo rural.

Los destrozos del lobo en un becerrito.

En pleno debate ha surgido una valiente comparecencia en las redes sociales del Niño de la Capea, ganadero en tierras salmantinas que sufre la crudeza del lobo en sus explotaciones. El maestro ha publicado una foto muy explícita de un becerro de apenas un mes devorado parcialmente por un lobo que retrata a la perfección las consecuencias que tiene una decisión tomada desde un despacho político a muchos kilómetros del campo. “Es un despropósito absoluto, un desconocimiento total de la zona más agreste de España como es el oeste y todo el norte”, señala en primera instancia. “Lo que más me duele es que se haya tomado esta decisión sin haber pisado el campo en su vida, sin habernos tenido en cuenta y sin conocer la realidad de primera mano. Han decidido desde un despacho”, declaró en Aplausos.

Las zonas donde no hay lobos imponen su norma a las que habían logrado el equilibrio en la gestión de la especie

“Los ganaderos estamos sometidos a los ataques del lobo y si esta especie no está controlada supondrá un desastre para la ganadería extensiva. Me parece bien que el lobo se proteja, nadie está en contra del lobo, pero siempre que esté controlado, porque de lo contrario es un drama. Solo pedimos que impere el sentido común, que es lo que está faltando”, concluye.

ASÍ NO SE LES DEFIENDE

Los expertos conocedores de la realidad convienen que prohibir la caza del lobo no es defender al lobo, es un ataque frontal al mundo rural y sus habitantes. A la vez se argumenta que no parece coherente que esta decisión haya sido apoyada desde un órgano dependiente del Ministerio que incluye uno de los objetivos más importantes de la Unión Europea, como es el Reto Demográfico. No es posible aplicar políticas de contención al despoblamiento sin atender las necesidades de quien habita el medio rural, y los habitantes del mismo son los ganaderos de extensivo que cada día tienen pérdidas a causa del lobo.

Sorprende, o quizá no tanto, que esta prohibición haya sido apoyada por aquellas regiones que no sufren daños por el lobo, insisten, lo que demuestra una falta de solidaridad con las que sí lo sufren, que son las que apoyan que se siga controlando vía cinegética su población.

 

Ya han llegado a las puertas de Madrid

Los efectos del lobo han llegado a las puertas de Madrid y las ganaderías de la sierra de Guadarrama están sufriendo los rigores de su voracidad. Sus titulares advierten de que quien está en peligro de extinción no es el lobo sino el ganadero. Zacarías Moreno denunciaba a Las Provincias que han detectado en su finca de Guadalix varios becerros mordidos y Victoriano del Río tiene numerosas bajas y lo mismo ocurre en las fincas linderas.

La ganadería de Alcurrucén, propiedad de los hermanos Lozano, también ha salido a la palestra en las redes sociales para dejar patente un problema que afecta a toda la ganadería en régimen extensivo. “La extensión del veto a la caza del lobo amenaza al mundo rural. El ecosistema es un continuo equilibrio donde existe una cadena alimenticia que cumple un ciclo ordenado, empezando por los productores y terminando por los depredadores y los descomponedores”, aseguran en su cuenta de Instagram. “El lobo es depredador y necesita de otro para regular su especie y no amenazar y terminar con otras. En este caso la biodiversidad de la dehesa brava y española es un ecosistema que está alcanzando una situación de desequilibrio y esto puede ocasionar consecuencias fatales para la flora y la fauna de nuestro hábitat. La labor de los cazadores es fundamental para perpetuar las especies del ecosistema español, para mantener un equilibrio entre los depredadores. como en este caso el lobo, y para que nuestro trabajo como ganaderos se mantenga constante y sin más ataques. El toro bravo es guardián de la dehesa española, no lo olvidemos”. Y hay que defenderle.

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El lobo, el penúltimo enemigo del toro

José Luis Benlloch

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