Suena música clásica. A dos bandas. En Los Alburejos todo es posible. En el picadero que enfrenta al cortijo, acordes de Manuel de Falla, un grupo de jinetes prepara la coreografía de un espectáculo ecuestre. En el patio de la Espléndida, música de martillos y yunques, un grupo de herreros calzan a los mejores caballos del rejoneo. Relinchos, tintineo de hierros y el tableteo de los cascos al piafar sobre los adoquines del suelo recién regado. Un semental hace exhibición de vitalidad, la yegua coquetea, ni sí ni no, el herrero pide calma… ¡Caballoooo! Los muros enjalbegados, la trepadora rojo buganvilla, los azulejos azul divisa y las sentencias de agradecimiento del amo grabadas en cerámica enmarcan el devenir de la vida. ¡Caballoooo!
Suena música clásica. A dos bandas. En Los Alburejos todo es posible. En el picadero que enfrenta al cortijo, acordes de Manuel de Falla, un grupo de jinetes prepara la coreografía de un espectáculo ecuestre. En el patio de la Espléndida, música de martillos y yunques, un grupo de herreros calzan a los mejores caballos del rejoneo. Relinchos, tintineo de hierros y el tableteo de los cascos al piafar sobre los adoquines del suelo recién regado. Un semental hace exhibición de vitalidad, la yegua coquetea, ni sí ni no, el herrero pide calma… ¡Caballoooo! Los muros enjalbegados, la trepadora rojo buganvilla, los azulejos azul divisa y las sentencias de agradecimiento del amo grabadas en cerámica enmarcan el devenir de la vida. ¡Caballoooo!
Aprieta el sol. Parece verano. Estamos en octubre, tiempo de lluvias pero no llueve y hasta los cercados de Los Alburejos lo echan a faltar. Es el cambio climático, lo dicen los urbanitas y hasta los lugareños que lo han escuchado en la tele. O quizá no sea eso y simplemente, como dicen los camperos, estamos en el año malo del ciclo hidrológico. Nada bueno en cualquier caso. Eso se nota hasta en los viejos herbazales de los campos de Torrestrella que parecen inclinarse a la espera de un zahorí que les traiga agua...
“Le doy mucha importancia a la hechura, quiero que mi toro sea bonito porque los toreros la tienen muy en cuenta y si no les gusta no los quieren”
“Nunca hemos tenido mucha voluntad de vender. Siempre pensamos que tu toro debía ser tu toro. Y cuando das con él, te gusta presumir de ese toro. En la ganadería es importante poder presumir. Yo presumía de un caballo bueno cuando lo tenía. Y con el toro pasa lo mismo”
“Tratamos al toro con un poco más de lujo del que merece. Aprendimos en lo máximo, en la vieja Jandilla, y cambiar sería ir a peor. El prestigio hay que mantenerlo cueste lo que cueste, aunque intenten dejarte sin tabaco”
A Álvaro le tienen a punto un caballo. No sé si es el Aire o el Caimán el que mantienen arrendado y a la espera. Una bandada de perdices levanta el vuelo delante del coche. “Los Alburejos da el índice de perdices más alto de España”, apunta alguien. Me lo creo, las bravas siempre fueron listas. Doce años después el espíritu de don Álvaro sigue campeando por Los Alburejos
“He sido rejoneador, he toreado más de dos mil toros. Me empeñé en hacer una escuela de equitación y lo logré. He sido un hombre a caballo”
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El mundo de don Álvaro
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