Llegó el invierno y hace un frío que pela. En sentido real y en sentido figurado. Se congelan las ideas y nadie se mueve. O eso parece. Será vicio inmovilista, será el sino fatalista que nos persigue, Nada se puede hacer, deben pensar, ya saldrá el toro… confían pero el toro sale cada vez menos. Así que debería escampar pero no escampa y los brotes verdes, incluida la Declaración de Patrimonio Cultural o fundamentalmente la Declaración, no hay más brote, son algo así como la macroeconomía, letra para una canción de libertad en un país oprimido, puro discurso. De ahí no hemos pasado todavía. Y Dios, y los hombres, quieran que pasemos a tiempo. Con todo esto quiero decir y digo en frase ucedista ¡qué tiempos! que los efectos de sus bondades, los de la Declaración, no han llegado a las economías domésticas en este caso a las programaciones, al fomento de la Fiesta, que siguen los mismos problemas y las mismas urgencias de siempre… que los ganaderos andan con el agua el cuello o directamente sin agua y sin resuello; que las gentes de luces siguen donde estaban, los ricos igual de ricos y los otros, ya sin clase media, más tiesos que nunca; entre los empresarios lo mismo, lloros y más lloros y me temo que también más justificados que nunca… lo digo y me dirán ustedes, impaciente. Lo asumo, es verdad, tan verdad como jodida es la realidad.
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