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El puyazo de la feria

Daniel López Candel “Dani” ha sido el autor del puyazo más perfecto y torero de este San Fermín, que por resultar raro no ha acabado ni con “el pobre de mí” tradicional del último día de feria. Erguido sobre la cabalgadura, como pegado a la silla de montar, el albaceteño ha echado la vara al sitio exacto que señala el doctor Comino Delgado, a cuatro dedos detrás de esa pelota de grasa que llamamos morrillo, sin dejar que el toro llegara con sus pitones al caballo, y el miura ha tenido bastante. Misión cumplida. Así se pican los toros. Pero para poder picar así hay que montar muy bien a caballo, y acordarse al echar la vara, de que un picador también es un torero, que por algo llevan la chaquetilla bordada en oro como los matadores. Ha sido lo mejor de la tarde.

Tarde rica en estampas toreras. Rafaelillo ha pagado su entrega con una cogida en su segundo, que ha sido como un cañonazo que le ha estampado sobre las tablas. El capote oportuno de un peón de brega ha impedido que la tragedia fuera la noticia de esta San Fermín de 2019. Así y todo, los médicos tendrán mucho trabajo para recomponer los destrozos del pitonazo en las costillas del valiente murciano.

El francés Juan Leal ha ido a Pamplona a jugarse la vida a cara o cruz, pero en torero. Quieto, firme, erguido e intentando torear como si no tuviera cuerpo, el joven galo ha conseguido momentos de lucimiento, no ya arrimándose sino toreando dentro del toro. Con más corridas en su agenda Leal puede cuajar en un torero espectacular no exento de calidad dentro de su recia verticalidad. Su valor ha conseguido, en determinados momentos, silenciar los sobrecogidos tendidos.

Octavio Chacón ha estado en su son: valiente y lidiador. Y en ocasiones se ha olvidado de que lo que tenía delante eran toros de los que pastan en Zahariche, con los que hay que medirse utilizando la cabeza más que el corazón.

En el recuerdo; grandes faenas sin espada, estocadas definitivas, seriedad, jolgorio, los canticos de siempre y la nobleza de un público que sabe divertirse y respetar a la vez lo que ocurre en el ruedo. En fin, lo propio de San Fermín, que por algo es único e inexportable. Solo un lunar cabe resaltar en este San Fermín de hogaño: Algunas cosas que sucedieron el pasado día 12 y que nunca deberían haber ocurrido en una plaza como la de Pamplona, que ha inspirado plumas tan ilustres como la de Ernest Hemingway. Una oreja de la capital de Navarra es una oreja de una plaza de primera y con una tradición incuestionable. Por eso habría que cuidar más el palco y preocuparse de que lo del día citado haya sido una anécdota que no se vuelva a repetir. En beneficio de la categoría de la plaza más seria del firmamento taurino. Y como fin de fiesta, aplausos mil para la Comisión de la Casa de Misericordia, cuyo trabajo merece todos los respetos de toreros, afición y público en general. ¡¡Gora San Fermín!!

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El puyazo de la feria

Paco Mora

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