Categorías: Opinión

El romance interminable

Sin perder un ápice de su apostura ni renunciar ni un instante a su tauromaquia de supremas elegancias, Manzanares ha basado su triunfo en una actitud y una entrega trufadas de desprecio al peligro.

“No hubo príncipe en Sevilla que comparársele pueda/ ni espada como su espada, ni corazón tan de veras”. Lo escribió el poeta para Ignacio Sánchez Mejías, pero a cualquiera que se le hubieran recitado esos versos al oído esta tarde en La Maestranza, habría creído que los había inspirado José Mari Manzanares. Y es que el hijo de don José María, frente a dos toros que tenían más peligro que sendos monos locos con una cuchilla de afeitar en cada mano, ha hecho honor con creces a su largamente mantenido romance con la princesa que habita a orillas del Guadalquivir.

El de la “terreta” ha sido esta tarde otro torero, que, sin perder un ápice de su apostura ni renunciar ni un instante a su tauromaquia de supremas elegancias, ha basado su triunfo en una actitud y una entrega trufadas de desprecio al peligro, echando las tres cartas sobre el rubio albero (aquí si vale el tópico) de la plaza del Baratillo. Dos orejas, una en cada toro, que han sido tanto para Sevilla como para su novio torero la firma de un pacto de amor mutuo “in eternum”. Y eso con dos toros de contraestilo, dos venaos que buscaban en las piernas del torero el dinero de la temporada. La emoción ha sobrecogido a los tendidos durante las dos actuaciones del alicantino que lleva inyectado en vena el amor a Sevilla, un capital sentimental que heredó de su señor padre y que él, como buen hijo, ha engrandecido elevándolo casi a categoría de sacrificio.

Ponce, como siempre, en maestro con dos enemigos sin opciones, y el toricantano, Lama de Góngora, bastante ha hecho con aguantar en pie y con momentos brillantes ante los dos figurones del toreo con los que ha compartido cartel el día de su doctorado. Miren si me habrá impactado Manzanares esta tarde, que casi he perdonado a la empresa Pagés errores pasados. Porque gracias a que Canorea y Valencia llegaron a un acuerdo con el del Benacantil, podré decirles a mis nietos algún día: “Yo vi a Manzanares en Sevilla el 18 de abril de 2015”.

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El romance interminable

Paco Mora

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