FIRMA INVITADA

El silencio de los corderos

José Luis Ramírez
viernes 25 de septiembre de 2020
Sergio García Torres, Director General de los Derechos de los Animales, tuvo su momento de gloria en Castellón, donde defendió a los niños de la "atrocidad" que supone la tauromaquia en todas sus versiones

El sábado 18 de septiembre, un día que tendría que ir plagado de las penúltimas citas taurinas en las páginas de la agenda de nuestro APLAUSOS, un tal Sergio García Torres, Director General de los Derechos de los Animales, tuvo su momento de gloria en Castellón. Invitado por una asociación que defiende a los felinos, le dio por defender a los niños humanos -que para él deben ser como los gatitos pero más influenciables-, de la atrocidad que supone la tauromaquia en todas sus versiones. “Un espectáculo violento que daña a la infancia”. Según se justificó, supongo que al borde de las lágrimas: “De momento no podemos prohibir las corridas de toros porque están declaradas Patrimonio Cultural”. De momento.

Lo hizo en Castellón, tierra de ganaderías y donde el toro en la calle -los bous al carrer– se dan por cientos -se daban- y son la raíz cultural de la tauromaquia ordenada que hoy vemos en una plaza. Barrenó en Castellón capital, con un coso histórico que con su feria de marzo abría el telón de la temporada.

Y los que tenían que alzar su voz callaron.

El tal García Torres cobra 80.000 eurazos al año del ministerio. Algunos de esos euros se están pagando con las cotizaciones e impuestos de los banderilleros que ahora sólo pueden asomarse al balcón de su piso -el que lo tenga-, de los picadores que sin montura citan a la oscuridad de la incertidumbre económica que se les arranca, de los matadores que torean de salón en la salita de su casa, de los mozos de espadas que no tienen a quien vestir, de los ganaderos que ven partir su sueño al matadero sin que ningún animalista los defienda, de los empresarios que tanto ingresaron a esas arcas públicas que ahora les cierra las puertas, y tantos más…

Y los que tenían que defendernos son mudos.

El pobre García Torres tal vez nunca tuvo la oportunidad de ir a los toros. Pero otros sí. Otros que tienen voz, voto y la suficiente representación social para defendernos. Políticos del PSOE, del PP, de Ciudadanos… que no hace mucho copaban las mejores barreras, por gracia y generosidad de lo que hoy reniegan. Algunos apoyaban la copa sobre el capote de paseo, con el que se les agasajaba, como si fuera un mantel. Los que daban la espalda al ruedo para que los vieran, los que se vanagloriaban de encenderse el mejor puro en la mejor localidad de trinqui, los que buscaban influencias para que la montera del matador volara hasta sus manos en un forzado brindis, sobre todo si asistía la tele. Muchos de ellos aún están.

Y no los oigo.

Ese rebaño de todas las siglas, silencioso y desagradecido, que se esconde en el corral rumiando las expectativas de voto que le pueda suponer pronunciarse a favor de la Fiesta, es una presa fácil para las alimañas. Las manadas de lobos, cuando atacan, mandan siempre por delante al más torpe, sustituible o débil. Detrás de García Torres, irá la manada seria. Entonces, esos corderos que tanto pacieron en las siembras de nuestras plazas y alrededores, pueden buscar un aprisco que tenga las puertas cerradas.

Y su balido, llegará tarde.

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