Enrique Ponce se guardó un brindis especial para el penúltimo toro de su carrera en España. Fue para su padre Emilio, que estaba presenciando la corrida en un burladero del callejón junto a otro de sus hijos, Álvaro Ponce. Enrique sacó a su padre al ruedo, le dirigió unas palabras y se fundieron en un abrazo emotivo.
A continuación, El Soro le brindó su particular homenaje, trompeta en mano, en forma de diana floreada. Y poco más ocurrió. El toro de Juan Pedro Domecq dijo que nones, se agarró al piso y se llevó las ilusiones de la afición. Ante tan nulas opciones, Enrique pidió el sobrero y el palco, con permiso de la empresa, aceptó tal inusual petición. Raza de figura hasta el final.