POR PACO CAÑAMERO

En el adiós de José Julio, un coloso

Paco Cañamero
sábado 30 de enero de 2021

En este naciente 2021 continúa el látigo de ese maldito Covid sembrando luto y ruina, miseria y dolor. Ahora acaba de llevarse a José Julio, el grandioso torero portugués, ya a avanzada edad, pero pletórico de facultades físicas y mentales.

Se fue José Julio, el último de aquel triunvirato coetáneo parido en Vilafranca de Xira, la hermosa ciudad portuguesa, donde el Tajo -Tejo que se dice en lusitano- comienza a hacerse mar. La ciudad que rezuma torería y bajo sus soles y lunas ha visto nacer a tantos toreros, banderilleros, forcados, campinhos… La Vilafranca de Xira ganadera en medio de tanta magia como regala en ese tesoro llamando Portugal.

Allí, en ese ambiente del Portugal pobre de la dictadura salazarista, escuchaba a los aficionados hablar de las gestas de Manolo Dos Santos –grandioso siempre-, de Diamantino Vizeu –el primer matador de toros lusitano-, de Paco Mendes… para comenzar a intentar hacer real el sueño de ser torero; además de impactarse siendo un niño al escuchar que un toro había matado a Manolete, de quien tanto escuchó hablar en su infancia. Y entonces ahí comenzó a abrirse el definitivo camino José Julio, quien pronto demostró una afición desmedida, junto a otros dos paisanos que también querían ser toreros. Se trata de José Falcón y Mario Coelho, quienes tantas pasiones despertaron entre las gentes de Vilafranca y del propio Portugal. Porque Vilafranca tuvo en ellos una terna de campanillas, aunque de suerte dispar. A Falcón, cuando era reconocido y se abría paso, un toro de Hoyo de la Gitana lo mató en Barcelona en el verano de 1974. A Coelho después de ser banderillero de postín y alcanzar máximo reconocimiento, especialmente en la cuadrilla de Andrés Vázquez, tomó la alternativa y paseó su nombre por todo el mundo, siempre abrazado a la torería y al señorío hasta que hace varios meses también se lo llevó este maldito virus. Y ahora se va José Julio, un torero completísimo en los tres tercios y de gran valor.

No le acompañó el físico, ocurriéndole un poco como a Rafael Ortega, al ser bajito, ancho de espaldas y con una prematura calvicie que dificultaba la pasión de la masa. Pero era completísimo y al igual que Rafael Ortega, sus grandes baluartes fueron la colocación y la distancia

José Julio no fue figura en España, pero varias veces estuvo a punto de serlo. En su época, la década de los 60 eran tiempos de Puerta, Camino, El Viti, El Cordobés… quien encabezaban una baraja de grandiosos nombres, siendo muy complicado entrar en los carteles; no obstante José Julio, cuando lograba acartelarse en alguna feria a nadie dejó indiferente, ni profesional, ni aficionado. Sin embargo tuvo varios hándicap determinantes; uno de ellos el de no tomar las decisiones correctas en el momento oportuno; otro el de no acompañarle el físico, ocurriéndole un poco como a Rafael Ortega, al ser bajito, ancho de espaldas y con una prematura calvicie que dificultaba la pasión de la masa. Pero era completísimo y al igual que Rafael Ortega, sus grandes baluartes fueron la colocación y la distancia. Le faltó la enorme pureza que al genio de San Fernando, pero José Julio también fue muy puro y para muchos guardó en su interpretación cierta similitud al toreo de Paco Camino, con el añadido que como buen portugués fue una estupendo banderillero.

Aunque no tuvo la clase de Manolo Dos Santos, ni el duende de Paco Mendes, ni el valor de José Falcón, ni el poderío de Víctor Mendes, lo cierto es que José Julio supo beber de las mejores fuentes. Y por eso fue grandioso

No llegaba a Mario Coelho, pero José Julio también supo poner las plazas abajo. En resumidas cuentas, fue un torero muy completo, que dejó muchas tardes para el recuerdo y para muchos el mejor que ha dado el vecino país. Porque aunque no tuvo la clase de Manolo Dos Santos, ni el duende de Paco Mendes, ni el valor de José Falcón, ni el poderío de Víctor Mendes, lo cierto es que José Julio supo beber de las mejores fuentes. Y por eso fue grandioso. Un torero de aficionados, con quien daba gusto hablar de toros y con quien compartimos momentos en su patria chica de Vilafranca de Xira –en una terraza a la vera del estuario llamada “La Flor del Tejo” tomando un vino-, en las noches de toros de Lisboa e incluso en la feria de Salamanca que frecuentó.

Ahora ha muerto y las campanas de Vilafranca de Xira doblan por el adiós a su hijo predilecto. Cuando los aficionados tiñen de luto su corazón y glosan su enorme contribución a la Tauromaquia escribo estas líneas con la tinta de la emotividad y, sentimentalmente, arrojo un clavel a los cielos como testimonio de quien fue un coloso de los ruedos. Porque aunque no se consolidase en figura de los ruedos españoles fue un espejo para los profesionales.

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