LA CRÓNICA DE BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS

En Magdalena como en Fallas, otra vez el arte del Fino

El maestro de Córdoba emborronó con la espada su deslumbrante torería
José Luis Benlloch
lunes 01 de abril de 2019

Valió la pena la espera. ¡Total una hora y algún resfriado!… Nada para semejante recompensa. La faena de Fino a su segundo fue una joya. Pieza de videoteca. De obligado visionado para los chicos. Para que sepan lo que hay que hacer y lo que no, porque obras de ese calibre, diría que milagros así, hay que rematarlos con la espada y en ese capítulo a Fino se le apagaron las luces. Soberbio su toreo a dos manos. Desbordante su inspiración y deslumbrantes los resultados. Faena a más que en su tramo final, trincheras y naturales, lo mismo andando que parado, ascendió a los cielos del dios Tauro. Sucedió en el cuarto. Antes habíamos gozado con un recital capotero de Varea, aquí otro artista, con su primero. Fueron unos escultóricos y empacados lances de recibo, un galleo muy arrebujado para ponerlo en suerte, un quite por pausados lances y, de por medio, unas cuantas medias con las que abrochó sus intervenciones que fueron un gustazo. Luego mantuvo un buen nivel con la muleta y hasta mató a ese toro como no acostumbra, bien y por arriba. Nada que conmoviese al presidente, al que no le impactó ni lo que hizo Varea -el hombre tendrá sus gustos personales- ni siquiera el paisanaje, y se plantó con una oreja. Cayetano, sin estar a ese nivel, aprovechó a su primero para ir más allá de su cantada casta familiar y mostrar su mano izquierda en unos naturales de excelente trazo.

Llovía desde buena mañana. Eran las cinco de la tarde, la deseada y necesaria agua ya se había llevado por delante el tradicional festejo de recortes, y las cuadrillas, con los matadores al frente, debatían desde que llegaron a la plaza si habría toros o se suspendía la que estaba destinada a ser la última de la Magdalena. Finalmente hubo fumata blanca, en este caso toros. Una hora tardaron en decidir que se podía torear. Innecesaria demora. Eso mismo y con mejores condiciones ambientales, sin esperas que expusieran al público al catarro general, se pudo haber decidido sesenta minutos antes, pero en el toreo estas cuestiones, donde la ilusión, las lógicas precauciones y hasta los intereses son difíciles parejas de baile, conducen a esos extraños desenlaces por mucho que acaben saliendo bien. Cuando decidieron dar el paso adelante se había perdido en el limbo del debate los mejores momentos y se acabó bregando sobre un piso infame que empeoraba por momentos. Absurdo de difícil solución. Luego Varea, que era quien más necesitaba torear y se supone que quien más insistió en hacerlo, tuvo el detalle de agradecer a los compañeros la decisión final en un brindis.

TOROS DESIGUALES

En ruedo muy embarrado y más público del que cabía esperar arrancó la corrida. Se lidiaron toros de la familia Matilla, empresarios, ganaderos y apoderados de reiterada presencia en la feria. El primero fue deslucido, de desigual comportamiento; el segundo, un dije, fue noble y fácil mientras duró; el tercero, de bonita hechura, fue lo que parecía, hizo unos excelentes primeros tercios, templado de salida, pronto y alegre en banderillas, acabó embistiendo mucho y bien en el último tercio, excelente toro; el cuarto, de bonita estampa, apareció en medio del diluvio, fue rajado y noble, con tendencia a escaparse pero acabó prendado de la muleta de Fino, cualquiera no; demasiado rajado, sin atisbo de casta el quinto; y demasiado parado y con menos clase el noble sexto que cerró plaza.

Fino fue cara y cruz. Dudas y entrega. Cosas de los artistas. Toreó de ensueño y mató de pesadilla. Le tocó testar de primeras el estado del ruedo, un barrizal, con lo que condiciona eso, y aun así le hizo cosas a su primero, especialmente con la capa, de mucho gusto, y anduvo compuesto con la pañosa, con sus maneras de maestro y sus mentadas dudas estoqueadoras. Luego llegó su gran faena. El punto y seguido a su triunfo de Fallas. Creatividad, conocimiento de los terrenos, cabeza, mucha cabeza antes de dejar volar el corazón. Lo probó, se cercioró y, cuando lo vio claro, dio rienda suelta a su toreo para deleite general. A su proverbial toreo a dos manos le añadió ayer, en el tamo final, un natural infinito por su templanza, por su curvatura, porque surgió sin que nadie lo esperase y ¡oh! sorpresa, ¡qué es eso!, la plaza rugió al unísono. Es el lenguaje universal que todo el mundo entiende y paladea. Luego vino la estocada con asomo, los descabellos y el relajo. Misión cumplida, nada para lo que pudo ser.

Toreo caro a dos manos llevó también la firma de Varea en su primero en una faena con los altibajos propios de quien torea poco y le presionan mucho las circunstancias y aun así el trasteo tuvo el rango necesario para avalar la espera a un torero de su clase. En su segundo lo volvió intentar pero el toro no era lo mismo y la faena no alcanzó el mismo rango. Camino de la puerta de cuadrillas debió acordarse de aquella oreja que pudo concederle el presidente y finalmente se guardó en los pliegues de su peculiar rigor.

De Cayetano lo mejor fueron las estocadas. El toreo natural a su primero y la decisión de triunfo que no olvidó en ningún momento. No tuvo toros para más. La oreja que cortó a su primero avala su profesionalidad.

CRÓNICA PUBLICADA EN LAS PROVINCIAS EL 1/4/2019

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