“Banderillear es poco menos que un paso de baile… los brazos a la altura de los ojos, dándole el pecho a la fiera, hablándole, medirle la arrancada para llegar a conjuntar toro, torero y banderillas en una sola pieza…”
..Eso es la “pará”. Luego el toro sigue su camino y el torero sale andando por el suyo” así definía Luis González su par de banderillas en una entrevista que publiqué en Aplausos el año 1983. La pieza periodística tenía una entradilla que situaba al personaje:
Es el complemento de lujo, el hombre que revalorizaba tarde tras tarde los éxitos de El Vito; el amigo y el rival; el que le hacía superarse; el que le arrebataba los trofeos al mínimo descuido; el contrapunto ideal que ponía sobre la arena el envite de la competencia. Otro estilo, la fuerza, la decisión, el amor propio…
Tras la entrevista a El Vito, Luis González tenía que estar presente, yo casi diría que era necesaria la presencia de los dos, para llegar a comprenderles. Tenía Luis González su personalidad, sus enormes méritos, su calidad. No debe nada a nadie, simplemente que encontró el marco ideal para brillar en esa competencia, en esa rivalidad que mantuvo con su compadre y brilló como pocos hubieran podido brillar.
A diferencia de El Vito, no fue matador, ni lo intentó. Quiso ser desde el principio banderillero, porque esta profesión tiene algo de la bohemia y la poesía que a él le atraía en su juventud.
Y entre otras aquel día nos dejó las siguientes perlas: “El Vito fue la perfección, yo la facilidad. Los dos formamos la mejor pareja de banderilleros de los últimos años y de los anteriores”
-“Para ser torero hay que sentir el arte, ser bohemio, no fijarse en el dinero y vibrar cuando te vistes y hay que vestirse bien, darle importancia a ser torero”
La semana pasada nos dejó en su Sevilla del alma. Nos queda su recuerdo de hombre cabal y de su pasión por el toreo como queda reflejado en los pensamientos que hemos recuperado, un excelente legado para el buen banderillero.
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En recuerdo de un grande: Luis González
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