Enrique Ponce fue llevado desde la plaza de toros hasta el Hotel Vincci a hombros de toreros como El Tato, Javier Conde o Álvaro Lorenzo, entre otros muchos. Emocionantes los abrazos con todos sus compañeros y aficionados, entre gritos de ¡torero, torero! Enrique Ponce era llevado como un dios a hombros de su Valencia, con lágrimas en los ojos y muy emocionado.
En el hotel esperaba su madre a las puertas de la habitación donde se vistió de torero por última vez en España. Ella, que tanto ha sufrido durante estos cerca de cuarenta años de profesión, se abrazó a su marido Emilio cuando éste llegó al hotel y le dijo entre lágrimas: “Esto ya se ha acabado”. Antes de entrar a la habitación, Enrique Ponce atendió a Aplausos todavía visiblemente emocionado por todo lo vivido.
-¿Había soñado una despedida así?
-Tenía muchas expectativas de que fuera una cosa grande, pero ha superado todo con creces. Ha sido increíble, desde que salí del hotel, la llegada a la plaza, luego los himnos, cómo me han ido empujando, cómo me han animado… luego el último toro que no valía, la gente con qué desilusión y con qué ganas querían que matara al sobrero. Ha sido una tarde en la que el viento y los toros no lo han puesto fácil, pero al final estoy contento porque la gente ha podido disfrutar y verme bien con todas las dificultades que entrañaba. Con ese vendaval era muy difícil pegar los muletazos como los he pegado, tan despacio en muchos momentos también al primer toro, pero me quedo con el cariño de la gente. Ha sido impresionante la salida a hombros con todos los toreros que había en la plaza, con todos los que han venido de fuera, y cómo se han tirado a la plaza y me han sacado en hombros… No se puede ni soñar lo que acabamos de vivir. Yo creo que ha sido algo histórico.
-La faena a ese sobrero ha sido muy importante, el toro era muy exigente. Si dobla tras el espadazo, es faena de rabo. ¿Cómo la ha vivido?
-El sobrero ha sido un toro bravo, exigente, por el lado derecho sobre todo se venía un poquito por dentro, había que hacerlo poquito a poco, abrirle los caminos, y eso con la dificultad del viento era muy difícil, pero creo que he estado entregado desde el principio. Me he puesto y he dicho: “Que sea lo que Dios quiera”. El toro pasaba muy cerca, a veces no venía metido en la muleta porque el viento te la quitaba, ha sido una faena de muchísimo mérito, sobre todo por la entrega y por las dificultades que te ponía el viento para poder torear bien, y aun así ha habido momentos de torear muy despacio, muy abandonado y muy ligado. Ha sido una estocada tremenda… no sé cómo no ha caído el toro, no lo entiendo. Lo he sentido muerto desde el momento en que entró la espada en todo lo alto; la faena era de rabo pero no puedo pedir más.
-¿Seguro que se va?
-Sí, sí. Está clara la decisión. Ahora toca la despedida de América y torear en algunas plazas importantes como Manizales, Aguascalientes, Guadalajara… y si cerramos la última en la Plaza México ya sería un colofón a todo. Es bonito irse así, con esta plenitud, toreando mejor que nunca y con la capacidad que he demostrado esta temporada.