El ministro de Cultura, don Ernesto Urtasun, continúa en su lucha (que es un odio desmesurado), contra la Tauromaquia, contra gran parte de nuestra cultura, contra España en definitiva.
Son ya innumerables las ocasiones en que públicamente ha dicho que está en contra de la Tauromaquia, incluso suprimió el Premio Nacional de Tauromaquia de este año, y ha amenazado varias veces con abolir la ley 18/2013, de 12 de noviembre, que declara a la Tauromaquia como Bien Cultural Inmaterial de España. Ahora está pendiente de la Iniciativa Legislativa Popular para recoger 500.000 firmas con dicho objetivo. Por ahora solo han recogido 300.000, y les han dado tres meses de prórroga.
Nada de todo esto es nuevo para nosotros, porque el ministro es un hombre, con cara de dolor de estómago permanente, y no lo digo despectivamente, o en tono jocoso, pero parece siempre estar enfadado, y tal odio lo está demostrando desde el primer día en que fue nombrado ministro, por tanto que ahora diga, “mientras yo sea ministro no habrá premios ni dinero público para la Tauromaquia”, no es nuevo, es algo que ya sabíamos desde que conocimos algo de su currículo, es decir, desde que fue nombrado ministro, porque antes muy pocos españoles sabían que había un hombre, catalán, y por tanto español, que odiaba tanto a los toros, a nuestra cultura, en definitiva.
Ahora sabemos, además, que dicho hombre fue puesto en ese cargo, no por sus méritos, por cierto, no son excesivos, según se deduce de su currículo, por otro español, don Pedro Sánchez, que también odia a la Tauromaquia, inseparable de nuestra cultura de nuestra historia, y que por ley debía protegerla y difundirla, pero ninguna de las dos cosas hace, sino todo lo contrario. Por ello, una de las principales misiones que le encargó, quien le nombró, fue acabar con los toros. La Tauromaquia, pues, no gusta ni al presidente ni al ministro, y cuando a ellos no gusta algo, lo suelen prohibir y asunto resuelto. Es su forma de pensar y actuar.
Ojalá Dios les de, a ambos, muchísimos años de vida, pero ojalá Dios no permita jamás que vean cumplidos sus deseos y satisfecho su odio a lo nuestro.