El toreo es sol y sombra. Triunfo y fracaso. Gloria y tragedia. Y cuando están presentes los “albaserradas” de Victorino Martín todo eso se multiplica por diez. Como esta tarde en la última de las corridas Generales…
El toreo es sol y sombra. Triunfo y fracaso. Gloria y tragedia. Y cuando están presentes los albaserradas de Victorino Martín todo eso se multiplica por diez. Como esta tarde en la última de las corridas Generales de Bilbao. Urdiales, Castaño y Bolívar en el cartel. Tres grandes toreros; estos sí que deberían recibir con toda justicia el tratamiento que se les da a los del falso G-10, tanto en lo económico como en la atención de los medios de comunicación. En lo referente al toro no, porque entonces no merecerían el respeto que merecen.
La alimaña de Victorino es indigerible, no se puede estar delante de ella, y la más “alimañosa”, como diría el tonto de “Bandolera”, y han salido cuatro, fue el segundo de la tarde que zaleó a Javier Castaño hasta dejarlo imposibilitado para matar su segundo toro, que feneció a manos de Urdiales mientras el salmantino estaba en el taller de reparaciones. Los matadores tocaron a alimaña por barba, menos el de Arnedo que tuvo ración doble.Solo uno, el quinto, se quiso comer la muleta por abajo y ya se sabe lo hábil, valiente y torero que hay que estar con ese tipio de victorinos. Tal como estuvo el colombiano Luis Bolívar, que como buen conocedor de la casa le hizo una magnifica faena, pero no a la defensiva sino de toreo de mano baja y auténtica categoría. Después de un estoconazo, una oreja fue el parco premio para tan heroica labor.
Diego Urdiales, con el que medio le sirvió, estuvo cumbre en cuanto a valor, conocimientos y en ocasiones hasta buen gusto en la ejecución de los comprometidos muletazos, y otra oreja después de una buena estocada fue el pírrico reconocimiento del palco. Con el primero, al que no le faltaban más que un par de pistolas para ser un asesino sin paliativos se jugó la vida y ya tenía una oreja bien ganada pero falló a espadas y todo quedó en una gran ovación. Nada que objetar.
Matías se ha despedido de la feria bilbaína demostrando que carece de sensibilidad para valorar lo que hace un torero, teniendo en cuenta lo que tiene delante. Hoy solo uno ha salido en hombros, pero hacia el hospital de Basurto. Los otros dos hicieron méritos para salir en hombros por la puerta grande, con dos orejas cada uno en la mano. Pero Matías no quiso. Que Dios lo perdone.
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Este sí que es el G-10
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