Opinión

Una ley para apagar de raíz la afición

Una vez más hemos de referirnos al vicepresidente segundo del Gobierno sin poder anteponer la palabra “señor”, y lo sentimos de veras, pues, como en su día dijimos, es una palabra que encierra muchas virtudes que él no posee, por desgracia para todos los españoles. Cuando escriba su nombre tampoco irá precedido por la palabra “don”, que viene del latín dóminus, y significa señor, aunque en otro sentido. Tenemos un gran respeto por el cargo de vicepresidente que ocupa, pero no podemos tenerlo por la persona, que con sus dichos y sus hechos no se lo ha ganado.

Unidas Podemos, es decir, Pablo Iglesias, ha registrado una enmienda a la Ley Orgánica de Protección Integral de la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia, para incluir en este texto la prohibición de que los menores de edad puedan acudir a los espectáculos taurinos o formar parte del alumnado de las escuelas taurinas. Adelante Andalucía, es decir, Podemos, también ha pedido que “la televisión andaluza no dé imágenes de toreo en horario infantil, porque traumatiza a niños y mayores, empeora el estado de los neurópatas que vean el espectáculo y desnaturaliza nuestra relación con el animal”. En tal caso deberían pedir que no se den nunca. ¡Incoherencia! Todos sabemos que en la mayoría de las películas que ven los menores de 18 años hay violencia y también en muchos juegos que practican en la videoconsola, pero eso no les preocupa, lo cual quiere decir que siguen en su tarea de destruir a España como nación, sus costumbres, su historia, su cultura y todo lo que sea decente, para sustituirlo por su ideología liberticida, plena de odio y rencor, por tanto, criminal. No nos extraña, eso ha sido, es y será siempre lo único que mueve, en la vida, a Pablo Iglesias, un ser malo por naturaleza; y maldad inculca a sus seguidores.

El vicepresidente sabe que prohibiendo a los menores de 18 años la entrada a las plazas de toros y asistir a las escuelas taurinas, está cegando desde muy abajo la afición al toreo, lo cual es un golpe casi mortal a la tauromaquia, algo que pretende el Gobierno en pleno, dejarla morir por inanición, de ahí que proponga esa ley sin fundamento razonable alguno. Hay algo paradójico, pues mientras el vicepresidente Iglesias trata de impedir que los menores de 18 años puedan acceder a las plazas de toros o a las escuelas taurinas, su formación política pide que las menores de 16 años puedan abortar, es decir, matar a su hijo, sin consentimiento paterno. Le voy a recordar al vicepresidente una frase de Santa Teresa de Calcuta que probablemente a él no le dirá nada, especialmente después de haber dejado morir a miles de ancianos por la Covid-19, pero que es verdad, es una gran verdad que muchos quieren ignorar, y aun así sigue siendo verdad: “El aborto mata la paz del mundo. Es el peor enemigo de la paz, porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo, ¿qué me impide matarte?, ¿qué te impide matarme?”

Si se busca en Internet bibliografía al respecto se encontrará multitud de artículos sobre el tema, pero serios, verdaderamente científicos, muy pocos. El resto son opiniones muy sesgadas, escritos por antitaurinos que mienten sin el más mínimo rubor, si bien tratan de enmascarar su mentira haciendo juegos de palabras para disfrazar la verdad y llevar al lector a su terreno, que no es otro que el de rechazar la tauromaquia y odiar a los profesionales y aficionados a tal arte.

Pero ello no nos resulta nuevo, ni mucho menos. Su estrategia de siempre es la misma que utilizaron los más crueles criminales de la historia (Lenin, Stalin, Hitler), pues no es casualidad que los tres fueran animalistas radicales. Mientras torturaban y asesinaban a millones de seres humanos, solo por no pensar como ellos, manifestaban públicamente su gran amor a los animales. Así fue en el pasado, así es ahora y así continuará siendo en el futuro, hasta que el ser humano alcance un mayor grado de civilización, es decir, sea capaz de desterrar de su alma la mentira, la violencia y la injusticia, y para ello falta mucho tiempo. Continuará.

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Una ley para apagar de raíz la afición

Rafael Comino Delgado

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Rafael Comino Delgado
Etiquetas: 2020El palco

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