Nadie se podía imaginar la gran decepción que supondría la tarde de este lunes com los toros de San Antonio en Mérida. Era el cartel estrella de la feria y la terna se estrelló ante el descastado juego de los pupilos del joven ganadero Edgar Varela. Uno a uno fueron saliendo los variopintos bureles, correctos de presentación, pero ayunos de ese elemento tan importante que es la casta, bravura y entrega en los engaños. Al final, los toreros estuvieron por encima de ellos, algunos exigiendo el carnet de rodaje como fue el cuarto, que cupo en suerte a un Orellana que no logró entender sus posibilidades como también opciones de lucirle a plenitud.
El espigado Rafael Orellana cortaría la oreja del que abrió plaza, faena de intermitencia, en especial por el pitón derecho, donde el veterano espada tovareño sacó partido, mostrando firmeza y entrega, a pesar del limitado recorrido del animal, así como el molesto punteo de engaño al final del muletazo. Por naturales, solo una tanda a resaltar se le endilgaría, que justificaría en parte el que tras pinchazo y estocada entera atravesada, se le premiaría con una generosa oreja.
Dubitativo, falto de ideas y atropellado por momentos se le vería con el precioso jabonero que cupo en su haber, animal que en el certero puyazo que recibiría, luego en la muleta se tornaría áspero, incluso desarrollando peligro, tras la errónea colocación que la mayoría de las veces hizo gala el espada en mención, lo que hizo que el serio ejemplarle pidiera sitio, colocación y temple a grandes dosis. El saludo a porta gayola sería lo más resaltante de un trasteo que se difumaría en el interés de los presentes, igualmente tras el sainete con el acero, necesitando hasta cinco viajes, para ser silenciado tras aviso.
En el que cerró plaza, de nuevo la voluntad y las ganas de lucirse Orellana marcarían la tónica de un trasteo denso, de muchos enganchones ante igualmente el corto recorrido de un toro que limitaría embestidas a la tercera tanda de muletazos que se prodigó. Tras estocada perpendicular y delanterita, despacharía genero bovino poco apto a las condiciones de un torero como Orellana, el cual nos deja en el debe detalles que pensábamos superados tras su periplo por ruedos ibéricos el año pasado, así como sus actuaciones recientes en Tovar y San Cristóbal.
La ovación con la que recibieron a Roca Rey en su debut en esta plaza fue la muestra de cariño fidedigna de una afición tan generosa como la emeritense. Pero las cañas se tornaron en lanzas, tras el pobre juego con las que tuvo que pechar ante sus dos astados titulares. En su primero, los muletazos por alto cerrado en tablas, serian lo poco de lucimiento que se le pudiera destacar al espigado espada peruano. Ante lo escaso de opciones en su embestida mansurrona y aquerenciada, decidiría abreviar, de bajonazo para ser silenciado. Pero la paciencia e impotencia de los presentes se tornaría en bronca tras igualmente pechar con similares opciones ante el quinto de la larga función, trasteo en la que intentó robarle pases al astado, pero ni eso, pues estéril de bravura luciría por el ruedo un astado que buscaría las tabla como refugio. Los tres cuartos de ración toricida no salvarían que la impotencia reprimida se escuchara como una muestra de la inconformidad de los presentes por las ilusiones de ver al torero novedad del momento estrellarse ante un lote sin opciones, ni siquiera para el hoy por hoy, príncipe del toreo en el planeta taurino.
No quedaría otra a Roca Rey que solicitar un toro de regalo como lo fue el escurrido sobrero de Los Aránguez que se rebuscaron en corrales, animal feo de hechuras, altote, al que dispuso una montaña de entrega y decisión para lucirle, ejemplar no fácil, pues siempre le media entre pase y pase, así como exigirle colocación y toques precisos para no hacer rebotar de los engaños una embestida irregular que en otras manos y condiciones no hubiese lucido como lo hizo ante Roca Rey, aguantándole en el embroque ese sitio que ostenta un privilegiado de estas lides. El espadazo ligeramente desprendido hizo que doblara el toro, se le pidiera con criterio la oreja que bien pudo entregársele, pero que en los ojos de nuestro miope palco presidencial ni siquiera se enteraron del mérito que supuso un trasteo y esfuerzo ingrato ante el criterio de supuestos entendidos…
La actuación de Jesús Enrique Colombo por su parte contaría con la venia y complacencia del público en general y no menos de la presidencia del festejo, solo así podemos entender el indulto que se inventarían ante el que cerró su lote, ejemplar que embestiría con la cabeza por las nubes, que contaría con los “efectos especiales” y veteranía de un torero que hay que reconocer, ha estado mucho mejor que en otras tardes, toreando más asentado y en especial siempre a favor de la embestida de un toro que hizo lucir mejor de lo que en realidad fue, y que dudamos sirva de raceador en los potreros de Yaracal. Las dos orejas recibidas fueron recibidas con el júbilo de un torero pleno de entrega a un público incondicional a las formas y maneras.
Las dos orejas serían el epílogo a una labor que tendría prólogo en su primero del lote, al que cortaría una oreja, tras un trasteo con momentos de gran mérito, sobre todo en banderillas y en la muleta por la mano izquierda, donde le vimos un par de series donde tal vez apreciamos la mejor versión del Jesús Enrique Colombo del periplo ferial merideño. La estocada perpendicular, trasera, serviría para que se le premiara con una oreja justificada por la fuerte petición del soberano.
Mérida (Venezuela), lunes 20 de febrero de 2023. Plaza de toros Román Eduardo Sandia. Feria del Sol. Siete toros de San Antonio, uno de ellos de regalo, y Los Aranguez, como sobrero de regalo, correctos de presentación, variopintos de pelaje, pero en su conjunto descastados, a menos en el último tercio, contando con un noblote ejemplar, lidiado en sexto lugar, el más potable, excesivamente premiado con un indulto injustificado, de nombre “Don Otto”, número 29, de 513 kilos. Rafael Orellana, oreja, silencio tras aviso y silencio en el sobrero regalo; Roca Rey, silencio, pitos y palmas tras petición en el de regalo; Jesús Enrique Colombo, oreja y dos orejas simbólicas. Entrada: 12.000 personas.