José Luis Benlloch, director de Aplausos, ha presentado este viernes el apartado de la corrida de Daniel Ruiz. Ha sido un discurso emotivo y centrado fundamentalmente en la figura del recordado Daniel Ruiz Yagüe, fallecido en marzo de 2023. Con el debut esta tarde en Vista Alegre de la divisa albaceteña se culmina el sueño de un ganadero de vocación como lo fue Daniel.
A continuación reproducimos íntegramente el discurso pronunciado por José Luis Benlloch.
Hoy se lidian toros de Daniel Ruiz Yagüe, ganadería debutante en este coso, luce divisa verde y amarilla, y tiene antigüedad desde el 20 de septiembre de 1914. La vacada pasta en el Cortijo del Campo, en el término albaceteño de Alcaraz, y está formada desde 1986 con vacas y sementales de Jandilla-Juan Pedro Domecq.
La corrida está en tipo de embestir, la corrida tiene obligación de embestir, la corrida es una buena moza, una buena corrida de toros, de otra forma no estaría a estas horas en los corrales de Vista Alegre.
Pero no he venido hasta aquí solamente para hablarles de los toros que se van a lidiar esta tarde, en realidad quiero hablarles del hombre que hizo posible el milagro de que tantos y tantos toros de esta divisa embistiesen hasta la muerte, aunque sería más propio decir hasta la gloria propia y la de sus lidiadores. Me refiero naturalmente a Daniel Ruiz Yagüe. Esta presentación, para la familia, para los amigos, para muchos aficionados, para todos cuantos le conocieron y gozaron de la bonhomía y de la pasión de Daniel, es un día de gozo y pena.
Tras toda una vida persiguiendo la gloria ganadera, de haberla conseguido en tantas ocasiones, de haber sido argumento de tardes gloriosas en los principales escenarios, merecía estar hoy aquí con todos ustedes, en lo que supone el debut de su ganadería en Bilbao. Lo puedo imaginar en este momento, en este apartado tan peculiar, tan solemne, tan Bilbao: su porte alto, su pelo canoso, su puro disimulado entre los dedos, su orgullo de ganadero a flor de piel, su dureza de hombre de campo solo templada por el entorno familiar, por Alicia, la esposa con mejor mano izquierda del planeta; por Dani, el digno sucesor; por Alicia chica, su debilidad; por los nietos, especialmente por las travesuras de Pablo, el más chico, que cuando apenas se tenía en pie ya picaba becerras imaginarias desde lo alto de un sofá.
Daniel estaría perfectamente maqueado, era presumido y gustaba vestir el cargo… No está presencialmente pero sí está su espíritu y le adivino feliz allá donde esté, como creyente lo sitúo en la gloria celestial, y no tengan dudas, estará hablando de toros, de sus toros, de lo que hizo uno al embarcarlo, de la madre que parió a aquel otro que la toreó fulanito o de la buena reata de aquel de más allá con cara de buena gente que estaba echao en un rincón del corral durante el sorteo y hubo que levantarlo, que así de noble es.
Daniel fue, para los amigos lo sigue siendo, hombre de exuberante personalidad, extrovertido, luchador, fabulador de grandes leyendas que contaba como nadie. Con esta corrida se culmina el sueño de toda su vida, la propia de un ganadero de raza y vocación como fue él, lidiar en Bilbao en un cartel de figuras tras haberlo hecho con éxito en las plazas de mayor categoría del planeta toro, en Sevilla, en Valencia, en Albacete, en Málaga, en Zaragoza, en Nimes, en América, donde vendió sementales, y en tantas y tantas otras, lo de hoy es la culminación.
Hago un poco de historia. Arrancó su periplo ganadero con aquellas vacas ariscas y pateadoras como le gustaba definirlas a él, las vacas del médico de Vianos que era su padre, que se criaban en las rastrojeras de la vega de Gorgojí, y hacían las delicias de los mozos en los capeos de la sierra de Alcaraz; luego llegaron los urcolas, los cobaledas y los galaches, los de Habacuc y de Eusebia, que se trajo de Salamanca a los cercados del Cortijo del Campo; el capítulo siguiente fueron los coquillas, la ganadería completa, que le compró a Julio Garrido, lo que supuso su inclusión en el grupo de lo que entonces se llamaba de primera. Todo acompañado de esfuerzo. Daniel no era un millonetis y tuvo que aplicar mucho trabajo e imaginación a la búsqueda del toro que le abriese las puertas de la ferias.
¿Que cómo era ese toro?… Él lo explicaba muy bien, quería el toro que se arrancara pronto, al primer je o al segundo para que el torero se aposturara, que se arrancase con el rabo levantado, el hocico por delante, que humillara dos metros antes de coger los vuelos de la muleta, quería el toro que se redujese en su ímpetu siguiendo el mando de los toreros y que lo hiciese una y otra vez. Bravura enclasada, y duración, eso es lo que buscaba y lo que comenzaba por pedirle a las vacas en los tentaderos para que luego aflorase en la plaza.
Y lo logró con la regularidad que se le exige a una ganadería de categoría con la compra que le hizo a su amigo Fernando Domecq. Y en ese camino aparecen las leyendas de Cotorro, un toro que Daniel le echó a las vacas sin tentar y que luego fue bravísimo en la plaza, lo lidió Ponce. A Cotorro le pidieron clamorosamente el indulto que no concedieron. El desaire presidencial dolió menos porque hijo suyo fue el Cortesano semental de fama y leyenda en casa de Daniel y en la de otros ganaderos de postín que tuvieron la suerte de compartirlo, que a su vez fue padre del Lorito por el que Juli sentía devoción lo mismo que tantos otros.
Daniel hablaba con tal detalle, con tal fuego, que con frecuencia, cuando acababa de relatarme un lance de tentadero, no me resistía a decirle, Daniel cuéntanoslo otra vez y Daniel, se hacía poco de rogar, le daba una nueva calada al puro de turno, digo de turno porque lo mismo saboreaba un caliqueño que un montecristo de máximo lujo, se acomodaba en el sillón del hotel o en el escaño de la cocina y volvía a deletrear el momento: la vaca mandé que la pusiesen en la otra parte de la plaza, con el culo en el chiquero, al picador le dije que no se saliese mucho de la pared, no le des ventajas, insistí. Y la llamó con la voz. La vaca estaba en todo momento pendiente del caballo, el morro por delante como si quisiese beberse el aire, la lengua relamiéndose los ollares, el rabo vivo, en movimiento constante, y al tercer je del picador, ya estaba allí. Salió galopando, entregada, como si quisiese matarse contra el peto… Dejarla que se muere dice que dijo, pero él estaba deseando ponerla otra vez y la ponía porque sabía que iba a volver a ir. Ese era Daniel, un volcán, que hoy estará pendiente del debut de sus toros en el gran Bilbao.
Acabo. Si la santa providencia fuese justa en eso de repartir recompensas a los buenos ganaderos, esta tarde embestirían cinco toros y no digo seis porque es conveniente seguir teniendo alicientes a la búsqueda de la mejora, de esa vaca todavía mejor que la anterior que no debiera esperar el segundo je para salir galopando a estrellarse con el caballo antes de reducirse y gatear tras la muleta de un torero.
Y ahora, después de haber recordado al gran Daniel, señoras, señores, toca enchiquerar, que a eso hemos venido. Gracias. Suerte para todos.