OBITUARIO

José Rabadán, in memoriam

Antonio Mateo
martes 13 de abril de 2021
El doctor Antonio Mateo despide a quien fuera su amigo y compañero durante treinta y ocho años en el equipo médico de la plaza de toros de Valladolid

De un tiempo a esta parte, aunque eso siempre ha existido, las cornadas graves que sufren los toreros han requerido de actos complejos inimaginables hace unas décadas. La innovación o la aplicación de nuevas tecnologías ha permitido controlar hemorragias en lugares poco accesibles mediante radiología vascular intervencionista después de que en las enfermerías de las plazas se reanimara al herido y se remontara su estado general. Ahora mueren pocos toreros y también son escasos los que ven truncada su vida profesional. Para plantear estas soluciones, nada sencillas, hace falta que en los equipos médicos existan personas, profesionales médico-quirúrgicos, que conozcan las novedades terapéuticas ante casos complejos para llevar a cabo el tratamiento inicial y el definitivo, éste último casi siempre en centros hospitalarios.

El Dr. José Rabadán Jiménez era uno de esos profesionales actualizados. Su práctica docente le obligaba a renovar sus lecciones de Patología Quirúrgica en su facultad vallisoletana, y dentro de sus amplios y modernizados conocimientos, era un auténtico placer escucharle exponer las lesiones por asta de toro, lecciones de las que pocos estudiantes hacían novillos dado el interés que despertaban entre el sector estudiantil. Al fin y al cabo estas lecciones eran fruto de una enorme afición taurina y de un gran conocimiento de la historia de la tauromaquia y de sus más representativos actores. Poca gente sabía más de Joselito el Gallo o de Juan Belmonte, y sus múltiples conferencias y charlas así lo atestiguan. Además, era un “Currista” convencido…

Desde 1984 lo incorporé al equipo médico de la plaza de toros de Valladolid. Ya supondrán los lectores que apenas tuve que rogarle para que aceptara. Tenerle a mi lado nos permitió afrontar con éxito cornadas de todo tipo, por muy diversa que fuera su complejidad. Operaba como pensaba y era capaz de anticipar las complicaciones mucho antes de que se pudieran producir, por lo que no dejaba que aparecieran. Visitaba tres y cuatro veces al día a los heridos, preguntaba al torero herido por sus familiares, hijos, proyectos vitales, próximas actuaciones, etc. Y de paso se enteraba de si había fiebre, molestias, dificultades de movimientos, una vez conocía toda su situación familiar y entorno del herido. Siempre había un torero o subalterno que venía a saludarle, a saludarnos, después del paseíllo. Y numerosos los que nos brindaron faenas, sin duda más por él que por mí.

Los toreros han perdido a uno de sus “ángeles” custodios y quizá pierdan otro, aunque menos “angelical”, porque no sé cuánto tiempo podré soportar su ausencia de nuestro burladero. Quizá su falta contribuya a que piense en el retiro, pues la Fiesta sin Pepe a mi lado va a ser muy diferente de la que disfrutamos durante treinta y ocho años de colaboración.

Durante todo nuestro periodo de convivencia tras el burladero, llevó un diario donde están recogidos todos los percances habidos en nuestra enfermería con descripción detallada de las lesiones y de cómo se repararon. Es una parte de la historia de la Cirugía Taurina que será útil para quienes deseen algún día revisarla para trabajos de investigación o de tesis doctorales sobre la materia, tesis que ya empiezan a ser frecuentes en nuestras facultades de Medicina.

Su importante labor como profesor titular de Cirugía y Cirujano General en ejercicio, las tesis doctorales que dirigió o los estudios de investigación en los que estaba inmerso, fue reconocida por las Instituciones Académicas Regionales, nombrándole Académico de Número de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid, y como tal, miembro del Instituto de España.

Con su colaboración inestimable organizamos cuatro Mesas Redondas sobre Cirugía Taurina en la Real Academia, siendo los primeros en llevar esta modalidad de heridas a las más altas instituciones académicas españolas para su discusión y publicación en los anales de la corporación.

Los toreros han perdido a uno de sus “ángeles” custodios y quizá pierdan otro, aunque menos “angelical”, porque no sé cuánto tiempo podré soportar su ausencia de nuestro burladero. Quizá su falta contribuya a que piense en el retiro, pues la Fiesta sin Pepe a mi lado va a ser muy diferente de la que disfrutamos durante treinta y ocho años de colaboración. Al fin y al cabo ya va siendo hora tras cincuenta años de actividad de cirujano taurino.

No lo podré celebrar como yo hubiera querido: con mi gran amigo José Rabadán y el resto de nuestro magnífico equipo.

Dr. Antonio Mª Mateo, Jefe del Equipo Médico de la Plaza de Toros de Valladolid. Académico Numerario de la Real Academia de Medicina y Cirugía. Vicepresidente de la Sociedad Española de Cirugía Taurina

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