Forjar un caballo torero es tarea ardua y compleja. En primer lugar, hay que disponer de gran intuición para seleccionar al caballo. Después, el equino elegido, además de contar con las condiciones físicas y psicológicas adecuadas, tiene que llevar el toreo dentro y querer torear. Finalmente, tras muchas horas de trabajo y lograr que se enfrente al toro, no por imposición, sino por convicción, surgen dos máximas dificultades: conseguir que se confirme como buen torero. Y, convertirse en máxima figura. Ante requerimientos tan exigentes, son contados los caballos toreros que llegan a consagrarse. Pero, siempre existen algunos privilegiados que lo consiguen. En la temporada 2016 fueron: Bach en el primer tercio, Sueño en el tercio de banderillas y Óleo en el último tercio.
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La cuadra perfecta
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