Categorías: Opinión

La faena de Morante en Cantalejo, un icono de la temporada

VEA LAS FOTOS DE LA HISTÓRICA FAENA DE MORANTE EN CANTALEJO

Caía la tarde sobre el secarral segoviano de Cantalejo cuando Morante de la Puebla daba la vuelta al ruedo lentamente, con empaque, disfrutando de la genialidad mientras respondía con su sonrisa tímida a los piropos que le dedicaban. Toda la plaza se acababa de embriagar con su arte, con la belleza de su toreo. Con esa belleza que acababa de rubricar para orgullo de la Fiesta y para hacerla grande. Y mientras recogía el testimonio de su admiración, todo el público estaba en pie para aplaudirlo y dedicarle las frases más hermosas, las que llenan las fuentes del orgullo de un torero. Morante había protagonizado la que, con seguridad, va a ser la faena de la temporada y la plaza se había convertido en un hervidero de locura, de hombres toreando de salón que recordaban sus lances para enmarcar, su quite por chicuelinas, las torerísimas trincherillas, un natural cargado de empaque e inspiración… O, en definitiva, el conjunto de una faena que fue perfecta del principio hasta el final, de la que dejan poso y sentimiento para los restos. De la que cuando sales de la plaza te preguntas y abandonas la burbuja en la que has estado inmerso: “¿Dónde torea mañana Morante?”. Y ya no quieres más que ver a los amigos o llamar a los conocidos para decirle, con orgullo: “Yo estuve allí”. Ha sido en un pueblo pequeño de Castilla, pero a la hora de la verdad el escenario ya no importa, pues cuando fluye el arte tiene la virtud de cautivar y poner a todos en la misma dirección. La prueba está en que la mayoría de los renombrados toreros dejaron sus mejores esencias en modestas ferias de pueblo. No hay más que desempolvar el ayer y ver cómo hay un lugar escrito para Pepe Luis en Aranjuez; para Antonio Ordóñez en Andújar; más recientemente, para Ortega Cano en la plaza guipuzcoana de Zarauz; para Manzanares en Hellín, para Julio Robles en Plasencia… junto a otro montón de pequeños cosos que han quedado inmortalizados por destacados diestros, todo ello lejos de los oropeles y la grandeza de las ferias más postineras. La de Morante se suma a las faenas de esencias para la Historia bajo el escenario de una plaza de pueblo. La de Cantalejo, en este caso, un lugar situado en tierras de Segovia, famoso en otras épocas por los trillos para fabricaban sus gentes y que desde hoy también tendrá un lugar en la Tauromaquia cuando los aficionados digan: “La faena de Morante en Cantalejo”. Así, a secas, el tiempo la recordará como algo grandioso, capaz de enamorar y emocionar a la misma vez. Todo fue tan perfecto y emotivo que cuando acabó la faena de muleta con un abaniqueo, antes de perfilarse a matar, un silencio maestrante se adueñó de la plaza. Entonces, una voz se hizo presente y llegó al corazón de los aficionados: “Morante, gracias por hacernos soñar”. Fue el momento justo en que José Antonio alzaba el acero, junto al tercio, y viera rápidamente la muerte del toro para acabar con él de una magnífica estocada, hecha la suerte con lentitud y hasta con empaque. Entonces, del coso segoviano de Cantalejo se adueñó la locura, los hombres se abrazaban, las mujeres se besaban, las peñas se alborozaban con gritos de ‘Morante-Morante’ que desencadenaron en los de ‘torero, torero’. El toro de la apoteosis fue el quinto y, frente a él, desde la salida, se vio a un Morante pletórico y desparramando su manantial de arte y de valor cuando lo recibió con tres largas. Enseguida llegaron cuatro verónicas muy sevillanas, a pies juntos, con sabor a Pepe Luis o a Manolo González y ya la gente enloqueció ante aquel monumento a la verónica. Ya desde entonces todo fue un alboroto, como el galleo por chicuelinas al caballo. O cuando mandó retirar a los banderilleros, cogió los palos y puso dos pares para enmarcar, clavando de abajo a arriba y con el embroque en la misma cara del toro. Borracho ya de ganas, en el tercer par citó en cortó para quebrar ya con toda la plaza puesta en pie. El toro de Sánchez Arjona, además, tenía mucho fondo de nobleza y obedecía a los toques con clase y prontitud, condiciones que enseguida hizo suyas el de La Puebla del Río para comenzar su particular concierto briquero (así llamaban a las gentes de Cantalejo cuando se iban por la España agrícola a vender sus trillos). Y ya todo fue con esencia, empaque, gusto, hermosura en su particular homenaje al arte del toreo. Todo era una inspiración para pintores, escultures… o para un cantaor que le dedicó una bulería mientras daba la vuelta al ruedo, gracias a ese torerazo que sobre el secarral de Segovia estaba escribiendo una página muy destacada de su biografía. Y el que será, con seguridad, el capítulo más sobresaliente de está temporada de 2010. Y del que se hablará en el futuro como la ‘faena de Morante en Cantalejo’ gracias a la obra torera del genio de La Puebla del Río.