A estas alturas, si todo va bien, estaremos ya metidos en el vértigo de los sanfermines. En los años de bonanza decíamos: “¡Vaya jaleo el de Pamplona!”. En los años de crisis cambiamos el argumento: “¡Vaya suerte que Pamplona no pierda un ápice de su estruendo!”. Por eso lo de la capital Navarra va a ser un oasis en medio de ese erial en que se han convertido muchos de los tendidos de otras plazas y otras ferias.
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